Viajar a través del país siempre representa un cocktail de emociones antagónicas. Sensaciones adversas, contrapuestas, sentimientos encontrados.
Cruzar sólo trece de los 24 estados (incluyendo Distrito Capital) puede haber sido una especie de mensaje premonitorio.
Satisfacciones y desencantos se mezclaban al recorrer kilómetro tras kilómetro, desilusiones y desengaños aparecían al avanzar pueblo tras pueblo, caserío tras caserío. Como anuncia una poética señal de transito antes de llegar a las apolilladas calles de El Tigre -tierra del bardo Tareck Willians Saab-, para comentar las condiciones del asfalto: “Depresiones y Sobresaltos”.
De viajes anteriores hacia la Gran Sabana, tuve siempre como razón para vanagloriarme, el tener que alagar el aspecto de las carreteras del estado Bolívar. Era digno de elogio para quién lo hubiese logrado -porque de ese estado irreal ha ya varios años-, el sentir la uniformidad del asfaltado bolivarense; más aún, luego de haber pasado por Anzoátegui y Guárico.
De Guárico siempre pensé que, por ser el Gobernador Manuitt, él jamás se daría cuenta de lo malo que estaba el trazado vial, pues su cara y el asfalto guariqueño tenían la misma tersura. Es cierto, Manuitt que se asomaba al espejo y veía su rostro víctima de un persistente acné juvenil, luego salía a la calle y veía la huecamentazón que algún gracioso plasmó al trocar un aviso que daba la bienvenida a ese estado llanero haciéndolo decir: “BIENVENIDOS AL ESTADO GÜEQUIRO”.
De Anzoátegui me sorprendió la labor ejecutada por el gobernador Saab en sus primeros años y esperanzado soñé con ese estado, por demás petrolero, libre de huecos.
Pero la condición actual de las carreteras de esos parajes del centro, oriente y sur del país desmienten la añoranza.
De Rangel Gómez desconocía casi hasta su nombre, sólo recuerdo que Chávez le levantó la mano, pero con la cantidad de huecos que tuve que esquivar y los otros tantos en los que irremisiblemente caí, me han hecho un retrato de la eficiencia de este caballero para resolver los problemas más sencillos de su comarca, que será difícil de olvidar.
Ni siquiera tuvieron que hacer campaña para lograr sus respectivas gobernaciones, pues con la segunda que les hizo el Presidente Chávez arrimándoles un caudaloso río de votos para sus correspondientes aspiraciones, les fue muy sencillo llegar a donde están. Pero son incapaces, más aún inútiles, para mantener una vialidad que ya tenían levantada.
No importa que contraviniendo la orden del Presidente, persistan en cobrar peaje a transportistas y camioneros, aunque no sé si producto del artículo anterior que escribimos aquí en APORREA, al menos en los últimos días han perdonado del pago del tributo a los que conducimos vehículos particulares.
Sin embargo, ellos ni por gratitud ni por vergüenza han hecho nada para lograr ser bien recordados.
Los visitantes, lo sentimos sólo de pasadita, pero los locales lastimosamente se los tienen que calar hasta el final de sus mandatos. No importa cuan lejana esté la población en donde usted pregunte, la respuesta parece ensayada: “¿Por qué el Presidente Chávez no se encarga de este asunto?”
Y yo les respondía a mis contertulios: ¿Y qué carajo va a saber el Presidente que ustedes tienen tal o cuál problema, si para eso ustedes eligieron a éste fulano como gobernador de su estado? ¿O a mengano cómo su flamante alcalde?
Ya algunos de estos inútiles tienen sus dos periodos cumplidos y no sé con qué rostro le irán a solicitar nuevamente el voto a sus paisanos, porque de aspiraciones ellos si que saben. Otros, con lo mal que lo están haciendo no creo que tengan cara para ir a pedir cacao.
Al menos el viaje por esos paisajes, el contacto con la gente, los atardeceres que nos han deslumbrado, han valido la pena.
Cruzar sólo trece de los 24 estados (incluyendo Distrito Capital) puede haber sido una especie de mensaje premonitorio.
Satisfacciones y desencantos se mezclaban al recorrer kilómetro tras kilómetro, desilusiones y desengaños aparecían al avanzar pueblo tras pueblo, caserío tras caserío. Como anuncia una poética señal de transito antes de llegar a las apolilladas calles de El Tigre -tierra del bardo Tareck Willians Saab-, para comentar las condiciones del asfalto: “Depresiones y Sobresaltos”.
De viajes anteriores hacia la Gran Sabana, tuve siempre como razón para vanagloriarme, el tener que alagar el aspecto de las carreteras del estado Bolívar. Era digno de elogio para quién lo hubiese logrado -porque de ese estado irreal ha ya varios años-, el sentir la uniformidad del asfaltado bolivarense; más aún, luego de haber pasado por Anzoátegui y Guárico.
De Guárico siempre pensé que, por ser el Gobernador Manuitt, él jamás se daría cuenta de lo malo que estaba el trazado vial, pues su cara y el asfalto guariqueño tenían la misma tersura. Es cierto, Manuitt que se asomaba al espejo y veía su rostro víctima de un persistente acné juvenil, luego salía a la calle y veía la huecamentazón que algún gracioso plasmó al trocar un aviso que daba la bienvenida a ese estado llanero haciéndolo decir: “BIENVENIDOS AL ESTADO GÜEQUIRO”.
De Anzoátegui me sorprendió la labor ejecutada por el gobernador Saab en sus primeros años y esperanzado soñé con ese estado, por demás petrolero, libre de huecos.
Pero la condición actual de las carreteras de esos parajes del centro, oriente y sur del país desmienten la añoranza.
De Rangel Gómez desconocía casi hasta su nombre, sólo recuerdo que Chávez le levantó la mano, pero con la cantidad de huecos que tuve que esquivar y los otros tantos en los que irremisiblemente caí, me han hecho un retrato de la eficiencia de este caballero para resolver los problemas más sencillos de su comarca, que será difícil de olvidar.
Ni siquiera tuvieron que hacer campaña para lograr sus respectivas gobernaciones, pues con la segunda que les hizo el Presidente Chávez arrimándoles un caudaloso río de votos para sus correspondientes aspiraciones, les fue muy sencillo llegar a donde están. Pero son incapaces, más aún inútiles, para mantener una vialidad que ya tenían levantada.
No importa que contraviniendo la orden del Presidente, persistan en cobrar peaje a transportistas y camioneros, aunque no sé si producto del artículo anterior que escribimos aquí en APORREA, al menos en los últimos días han perdonado del pago del tributo a los que conducimos vehículos particulares.
Sin embargo, ellos ni por gratitud ni por vergüenza han hecho nada para lograr ser bien recordados.
Los visitantes, lo sentimos sólo de pasadita, pero los locales lastimosamente se los tienen que calar hasta el final de sus mandatos. No importa cuan lejana esté la población en donde usted pregunte, la respuesta parece ensayada: “¿Por qué el Presidente Chávez no se encarga de este asunto?”
Y yo les respondía a mis contertulios: ¿Y qué carajo va a saber el Presidente que ustedes tienen tal o cuál problema, si para eso ustedes eligieron a éste fulano como gobernador de su estado? ¿O a mengano cómo su flamante alcalde?
Ya algunos de estos inútiles tienen sus dos periodos cumplidos y no sé con qué rostro le irán a solicitar nuevamente el voto a sus paisanos, porque de aspiraciones ellos si que saben. Otros, con lo mal que lo están haciendo no creo que tengan cara para ir a pedir cacao.
Al menos el viaje por esos paisajes, el contacto con la gente, los atardeceres que nos han deslumbrado, han valido la pena.
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