“La economía capitalista es extraordinariamente eficaz para producir bienes en abundancia; con ella miles de millones se han liberado de la pobreza tradicional”. Con estas líneas comienza un artículo firmado por el sacerdote Luís Ugalde, aparecido el domingo 26 de julio de este año en la página 8 del encartado Iglesia que circuló incluido en el diario El Nacional. Tal vez tenga razón el cura, y con la ideología capitalista millones de personas se hayan liberado de la “pobreza tradicional”, pero para caer atrapadas en otros novedosos y más sutiles tipos de pobreza, dependencia y esclavitud.
Pone de ejemplos Ugalde a China e India, en donde “gracias a los avances del capitalismo que aplica con éxito la tecnología a la revolución productiva” en los próximos años millones de individuos dejarán atrás la pobreza. Y el representante de Cristo en la tierra se desentiende olímpicamente, de la despiadada explotación del hombre por el hombre que sufren esos pueblos; se olvida de la existencia de las maquilas, industrias en donde se consumen año a año ejércitos de niños -la más barata y desprotegida mano de obra-, ganando míseros salarios que, perderán minutos después en adquirir los alimentos mínimos para su subsistencia, infantes que en vez de jugar y soñar, son explotados literalmente hasta su muerte. Intenta el párroco borrar de nuestra memoria, el sistemático abuso sexual que sufren las niñas en esas naciones, para complacer a los visitantes llegados de los países capitalistas en tours de pederastia, desviación esa por cierto a la que son muy proclives los religiosos.
Sincero, argumenta el Vicario de Dios -es decir el “Padre” Luís Ugalde- que: “La economía capitalista utiliza el individualismo y la búsqueda del ‘interés propio’ como una poderosa fuerza motora creativa…” y para él -entiendo-, eso está muy pero muy bien. O sea, ¡Al carajo la solidaridad que predica la Iglesia católica!, ¡Majaderías de nuestro Señor eso de ayudar al prójimo!, ¡Pamplinas aquello que Jesucristo dijo acerca de que: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al Reino de los Cielos”!, ¡Pura paja de Mateo* escribiendo borracho el Nuevo Testamento!
Deslumbradas por la espiral del consumo, las personas redimidas por el capital, comenzarán su loca carrera por adquirir la infinidad de cosas, inútiles la mayoría, que el Mercado les ofrece. Entrarán definitivamente, en la etérea esclavitud de los préstamos, las hipotecas y el derroche. Serán las nuevas almas tristes a quienes la iglesia -en su santa bondad-, tratará de alejar después, de las garras de la depresión, el alcohol, la frustración, las drogas, el suicidio y el Prozac.
Pero el Canónigo Ugalde luego de dar loas al Capitalismo, trata de confundirnos y -tal vez arrepentido de haber mostrado tanto afecto por el becerro dorado-, se contradice y reconoce: “pero el ser humano no es puro individualismo y egoísmo, sino también solidaridad y amor”.
El excelentísimo Luis Ugalde vuelve a acomodar de inmediato el discurso y escribe: “No somos lobos unos contra otros, sino también hermanos unos contra otros. Dos fuentes irreductibles de identidad humana, que requieren fuerza suficiente para complementarse, hacerse contrapeso y corregirse mutuamente…”. Tal vez Luís, reconociendo esta falla en el comportamiento humano que nos acerca a la manada deberíamos, apuntar al contexto en el cual nos desplazamos, a la construcción de un Proceso Socialista en Democracia, en dónde el rescate y la exaltación del ser humano más allá de cualquier embrollo ideoléxico, constituya el motivo principal de las preocupaciones del Estado y no como se pretende desde la oposición, el desvelarse por la salud aparente de un Mercado que, en definitiva va a tender siempre hacia la acumulación ociosa del dinero, propiedades o cualquiera de sus equivalentes, generando las desigualdades que hasta ahora, hemos tenido que soportar.
“El mercado sólo no pone la economía próspera al alcance de los pueblos; se requiere desarrollo espiritual, con convicciones éticas vigorosas que inspiren y modelen la conducta humana, le den valor y sentido a la vida…” Con estas palabras, suena el clérigo un tanto confundido, como atrapado entre dos aguas. Por un lado lo halan las bases más sólidas del pensamiento cristiano, el amor por el prójimo, el darle valor y sentido a la vida; por otro lado lo empuja su círculo social, el que le ha enseñado a erigirse sobre el dolor ajeno, el que le ha vuelto fofas las carnes y endurecido el corazón.
Sin convicción le otorga su verdadero sitial a la vida, y exclama: “El capitalismo es unilateral, antihumano y destructivo, si no va acompañado del otro principio de la dignidad humana, del amor y la solidaridad…” Al parecer el prelado se nos volvió Chavista pero, despreocúpense, nadie puede vivir eternamente asumiendo una pose, simulando una postura ante la vida en la cual no cree, por eso inmediatamente dice: “… es una necesidad y bendición si el interés propio y las fuerzas del mercado son orientadas por leyes e instituciones hacia un nuevo humanismo…” No podía ser de otra manera, así vuelve la burra al trigo.
Como Ugalde lo que pretende es confundirnos asegura: “No hay ley económica, ni marxista, ni capitalista, que pueda evitar el desastre, si no la conciencia humana con sus valores de amor y de solidaridad…” Lindo lo que dice Luís, pero enseguida rectifica para recomendar que nos pongamos en manos “… del instinto de conservación inteligente, que ordena la economía como parte de una civilización para la vida humana global y personal.”
Quedar bien con Dios y con el diablo. Este Ministro del Señor lo intenta y hasta cierto punto lo logra, quizás pueda argumentar algún día cuando esté en presencia de Cristo: “Pero señor tu mismo tuviste que cuidarte de hablar mal de los ricos, tú no le pegaste a tu propia familia. Acuérdate Señor de tu tío José de Arimatea, que te financió incluso hasta la Última Cena y tú no dijiste ni pío contra él. ¿Entonces Señor, cómo pretendes que yo me meta con los poderosos?, ¿Señor, con los que nos mantienen alejados de la pobreza en la que tú sucumbiste?”
Trato de entender a este sufrido religioso que sólo invoca “una lógica distinta y complementaria a la del Mercado”, pero lamentablemente para él, es difícil de lograr. Debe ser porque estamos en el tiempo de las definiciones y las medias tintas dan lugar a desatinos.
No Luís, no puedes estar bien con Dios y con el demonio. Recuerdo en este momento una parodia que vi en un programa de la televisión inglesa, en donde de pronto se presenta sudoroso un cura delante del Papa y le comenta: “¡Su Santidad, Jesús ha regresado!”
Y el Papa saliendo del sopor replica: “¿Cuál Jesús, de quien me hablas?”
El religioso contesta: “¡De quién va a ser pues, de Jesús… Cristo!”
Entonces el Papa se levanta de su trono de oro puro y a viva voz responde: “¿Mier… ese Jesús?, ¡Rápido, esconde los anillos, descuelga las cortinas, quítame estas ropas!, ¡Vende el papamóvil y compra un Volkswagen!, ¡Que parezca que somos pobres que yo no quiero peos con ese señor!”
Definitivamente Luís, no se puede quedar bien con todos, más cuando sus intereses son contrapuestos. No se puede simular por mucho tiempo con hermosas palabras algo distinto a lo que en verdad se lleva en el alma. No se puede padre Ugalde, estar de parte de los oprimidos -por los que Cristo tanto abogó-, y a la vez compartir los principios morales de quienes los explotan. Para usted es lamentable.
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