domingo, 17 de julio de 2011

Los Ruin ruines de Bocaranda

I


“¿Hasta dónde es legítimo que las ideas personales o la subjetividad del periodista afloren en las informaciones?”, se pregunta hoy en su “Tribuna”, la defensora del lector: Milagros Pérez Oliva, entre las digresiones que al escribir la nota titulada “La subjetividad del periodista” (1), nos plantea esta dama.


Realmente, por más inocente que se lo presente, el periodismo aséptico no existe. Ninguna información -por más que se diga fundamentada exclusivamente en los hechos que ella muestra-, ¡jamás, se encuentra limitada a ellos en sí mismos!; en absoluto queda totalmente libre de salpicaduras. Por el contrario, siempre muestra las improntas ideológicas, culturales, raciales o religiosas que lleva en su mochila quien las escribe.


Los prejuicios del periodista, sus remilgos y aprensiones aparecen a cada paso por los derroteros del manuscrito.


La subjetividad del redactor deja un largo y empedrado camino entre la presentación de la noticia y la interpretación de la misma.
Y respecto a esta última aseveración el sesgo del periodista se patentiza a diario en los tabloides venezolanos.


Las parcialidades desbocadas de algunos estos “profesionales” -que no todos-, dejan en tela de juicio su tan cacareada credibilidad.


II


Ni la realidad actual venezolana posee en lo absoluto la edulcorada presencia que nos muestra el diario VEA en donde -si sus editores creyeran en eso- Campanita esparciría sus polvos mágicos al comienzo de los noticiarios y el Ratón Miguelito en compañía del Pato Donald leerían las noticias, ni tampoco Venezuela mostraría la cara ruinosa, descompuesta y nauseabunda que se empeñan en proclamar El Nacional de Miguel Enrique Otero, el Nuevo País de Rafael Poleo ni el Tal Cual de Teodoro Petkoff, sólo por citar a los más rabiosos opositores a éste proceso de cambios que nos hemos dado pacíficamente la mayoría de los Venezolanos y que por alguna razón se empeñan en seguir los demás pueblos de signo bolivariano.


¿Cómo trascender la parcialidad, cómo ir más allá de la ruindad con la que algunos personeros del medio periodístico asumen la información?, ¿Cómo dejar a un lado la subjetividad que el corazoncito envenenado -si es que aún lo tienen- de estos periodistas le imprime a las noticias?


III


Representar como noticia la realidad de la forma más objetiva, debería ser una cuestión medular dentro del periodismo. Corroborar los hechos, abstenerse de matizar la información adicionándole opiniones personales para condimentarla y hacerla más apetecible, debería ser imperativo para un fablistán.


Los lectores tenemos derecho a formarnos nuestras propias opiniones, a decidir el matiz con que se interpreta una especie, lo que deseamos en todo caso es que se nos presenten hechos comprobados, datos inequívocos.


La veracidad de las informaciones que a diario recibimos por medios impresos radioeléctricos o electrónicos cada vez está sujeta a un mayor y más agudo escrutinio por parte de los lectores gracias a tinterillos que han destruido la fe con la que el público recibía las noticias por esas vías.


IV


Forzado por el escándalo, el magnate australiano Rupert Murdoch amo y señor del conglomerado de medios de comunicación más grande del mundo, News International, ve tambalearse su imperio luego de explotar el affaire de los pinchazos telefónicos que, para obtener las primicias noticiosas, practicaban sus inescrupulosas “fuentes” entre las que se menciona hasta la muy reputada policía británica, la mismísima Scotland Yard.


Traemos todo esto a colación por la evidente demostración de falta de ética y el sesgo profesional que, en el tratamiento de la noticia, hizo hace algunas semanas apenas el inefable Nelson Bocaranda al divulgar detalles acerca de la enfermedad del Presidente. No porque esta especie fuese falsa, puesto que ya ella está harto demostrada y reconocida por el propio paciente, sino por el regodeo expresado al enterarse de la desgracia ajena.


Sin realizar muchas pesquisas, dejando a un lado la investigación seria de tan delicado asunto, en sus ansias por dar el tubazo, en su afán por ganarse el afecto de sus sediciosos empleadores, el seños Bocaranda volvió trizas el Código de Ética del Periodista. Se deleitó en el infortunio del mandatario dando detalles acerca de las intervenciones quirúrgicas a las que fue sometido Chávez, se estrenó como anatomopatólogo y hasta la estirpe del tumor cancerígeno describió con alborozo en sus runrunes. Inclusive se volvió pitoniso, logrando acceder al Olimpo adivinatorio en compañía de Alfonso León el ar-qui-tec-to de sueños, de Walter Mercado y de Luís Vicente León.


Evidentemente, hubo una especie de “pinchazo” artero a las propias líneas de comunicación presidencial que desató el júbilo contrarrevolucionario.


Y no es posible que una noticia tan delicada, se filtrara de una manera tan sencilla directamente al albañal opositor.


Una mano peluda y bien “aceitada” dejó en las fauces de este “periodista” información clasificada para que el aquelarre oposicionista hiciera de sus delicias con tan delicada noticia.


V


Richard Nixon en 1974 y actualmente Rebekah Brooks (segunda a bordo del emporio de Rupert Murdoch), fueron a dar con sus huesos a la chirola por demostrarse sus manejos poco éticos para obtener información privilegiada. En el caso del ex presidente norteamericano significó su dimisión, para Murdoch todavía no se ve claro lo que le depara el escándalo. En el caso del señor Bocaranda debería reflexionarse acerca de la facilidad con la cual se hizo de la infausta primicia, porque así como se coló esta pudiera circular cualquier otra de la que dependiera realmente la seguridad de la República.


VI


La creciente desconfianza en la honestidad y la profesionalidad de un importante contingente de periodistas venezolanos pareciera estar bien fundada, ello debido a los malabarismos que con las noticias y la verdad -para encaramarse en la cresta de la ola informativa-, estos realizan. El creciente protagonismo de eso que pudiéramos definir como practicantes del periodismo-espectáculo merma indefectiblemente la credibilidad que pudiera tener el pueblo en sus comunicadores.


La Dictadura Mediática impuesta por los dueños de eso que se conoce como el “Cuarto Poder” le ha hecho un severo daño al verdadero periodismo y definitivamente para lograr el rescate la confianza perdida, son los mismos comunicadores sociales, los auténticos periodistas, los que deben tirar el resto, sacudirse de ataduras, dejar a un lado las complacencias y retomar la senda de la objetividad que en estos momentos luce perdida.




(1)(http://www.elpais.com/articulo/opinion/subjetividad/periodista/elpepiopi/20110717elpepiopi_5/Tes).