jueves, 23 de abril de 2009

Las Verdades de Miguel

1. El reencuentro

Qué bien sabe en el alma el reencontrarse con un viejo amigo. Qué reconfortante resulta nadar en las aguas de la memoria y darse un baño rodeado de coloridos y buenos recuerdos que como peces del trópico se acercan y nos rondan. Qué bueno resulta constatar que en esta extensa playa llamada vida no estamos solos.
Uno de estos últimos fines de semana tuve el privilegio de desayunar en compañía de un viejo combatiente, el querido camarada Miguel Jaimes, compañero de viejas luchas, quien también escribe en éste medio. Conversamos -como era de esperarse- acerca de todos y de todo, incluyendo por supuesto, la política.
Charlamos respecto a los grandes logros que ha tenido nuestro gobierno en todos los campos, pero también tuvimos que hablar sobre unas cuantas cosas que debilitan el espíritu revolucionario de este Proceso.

2. El suceso

Miguel es un hombre bien informado, es más, resulta un imán para atraer datos interesantes y esa mañana me mostró un ejemplar del Calendario 2009 de PDVSA: “Bolívar en el Imaginario Popular Venezolano”.

Como resulta lógico imaginarse de un producto patrocinado por una de las empresas petroleras más importantes del mundo, la edición del anuario lucía impecable. El mejor papel, una excelente diagramación, sobrio en su conjunto. La labor de curaduría sobre las obras fotografiadas le daba corpus, dotaba de unidad temática al almanaque en cuestión pero… al profundizar en la observación del mismo, comenzamos a notar que una silueta siniestra asomaba sus cuernos por entre las páginas del mismo.

El calendario fue distribuido entre diciembre y enero últimos pasados, es decir en plena campaña previa a la celebración del referéndum para definir si se producía o no la Reforma Constitucional y, ¿adivinen qué?… Desde la mismísima portada del anuario, un pequeño Padre Madariaga con sus ojitos entornados y la mano levantada como haciéndose eco de los ademanes de Guaicaipuro Lameda, Carlos Ortega y Carlos Fernández aquel fatídico 11 de abril de 2002, lanza al viento tres sonoros adverbios que inocentes como serafines dan vueltas volando a su alrededor… ¡Tan lindos e inofensivos!, pero que como en su oportunidad Pedro, niegan tres veces antes de cualquier amanecer.

Portada y detalle de la misma con la figura clerical al centro, indicándole al pueblo y a los militares reunidos en la plaza que voten NO

El almanaque en cuestión, calza en el envés de la caratula la firma -500.000 veces reproducida- de Rafael D. Ramírez Carreño, el mismísimo Ministro del Poder Popular para la Energía y el Petróleo que luego fue distribuida refrendando el exabrupto por toda la Nación, ¡Qué Tal!

¿Gazapos?, ¡No, las casualidades no existen!. Podríamos decir que la manzana por fuera es roja rojita, pero por dentro es blanca y muchas veces tiene un gusano en su interior.

Valientemente, Miguel denuncia en una trilogía de artículos éste fenómeno de trasmutación histórica favorable a la oposición, en donde por obra y gracia de quien sabe que gerente de la estatal petrolera, Bolívar ya para 1811 carga al cinto una faja tricolor con una constelación de siete blancas estrellas dentro de la franja azul, la misma que un 15 de julio pero de 1930, aprobara el congreso del Benemérito, Juan Vicente Gómez. Realmente Bolívar no era un visionario… ¡Era Brujo!


Bolivar en el imaginario que desean sembrar en la conciencia del venezolano luce ya para 1811, el tricolor con siete estrellas ¡Qué Tal!

3. El diagnóstico

Comentamos la mala suerte que ha tenido Chávez al escoger a unos cuantos de sus más cercanos colaboradores, y mientras Miguel opinaba que el Comandante sufría de ceguera, que deslumbrado por las virtudes que mostraban en la superficie algunos de sus allegados, se enceguecía y caía en la trampa, yo opinaba en la misma onda oftalmológica que, lo que le pasaba al Presidente es que sufría un severo cuadro de Daltonismo Político, patología debido a la cual confundía el color verde y el blanco con el rojo revolución. Cosa nada difícil, pues Chávez guiado por sus buenas intenciones y su buen corazón, se obnubila con los chorros de sangre que -como si fueran lagartos cornudos de Arizona- lloran estos señores cuando se plantan frente al presidente.

Bolívar en El Paso de Los Andes llevaba consigo banderas con siete estrellas.

4. El desenlace

Mientras que por error, ignorancia, conchupancia u omisión, los colaboradores del Presidente sigan cometiendo estos tremendos deslices, el comandante Chávez va a tener que andar por el mundo como Emily Elizabet la dueña de Cliford (un perro rojo gigantesco que se la pasa viendo mi hija menor en la tele), que tiene que vivir recogiendo las deposiciones que deja por todas partes el simpático y macrosómico animalito.

5. La recomendación

Ahora, el desventurado Miguel Jaimes recibe insultos y amenazas a través de correos electrónicos que, en algunos casos provienen de las entrañas de la estatal petrolera. Pero por más que se quiera ocultar, están sucediendo cosas que afectan enormemente el desenvolvimiento de este proceso de cambios y los que se dicen revolucionarios so pena de ser tildados de revisionistas, deben gritarle al Comandante las cosas contraproducentes que se vienen cometiendo. Por el bien de la revolución, echemos de nuestras mentes la imagen que asociada al éxito del individuo, nos han vendido los cultores del capitalismo, y que tiene como ícono mayor de su santoral, la acumulación miserable de bienes materiales como muestra de bienestar.

Bertolt Brecht nos dejó como legado un texto que resume la conducta que debe conservar como norte un revolucionario: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.

Adelante Miguel sigue cabalgando así los perros ladren, no cejes en tu empeño, que además ¡No estás solo!