lunes, 3 de septiembre de 2012

18 segundos

Dieciocho segundos bastarán para que el próximo 7 de octubre cada uno de los venezolanos decida el futuro de la patria.

18 segundos nos bastaron -al operario de la captahuella y a mi- para habilitar el tarjetón, ubicar la carita del candidato, escoger entre todas las opciones rojas rojitas apretarle la verruga al Presidente en la casilla del gallo rojo de mis tormentos, esperar a que saliera en la pantallita la cara sonriente de alguien que acaba de vencer un cáncer, pulsar la casilla votar, tomar la papeleta y verificar que no dijera Capriles, caminar hasta la urna, depositar el papelito y despedirme de un operario tranquilo, relajado y contento.

No por venezolano dejé la vaina de ir a votar para las 3 de la tarde, lo hice si por escuchar tooodos los vaticinios de mis amigos escuálidos mientras tomábamos café en la panadería en dónde nos reunimos los domingos de tertulia.

Al llegar al centro de votación lo que más me costó fue conseguir estacionamiento. Pude observar si, como ambos bandos se pasaron por el fundillo las directrices del CNE y los dos comandos de campaña armaron toldos casi que en la puerta de la escuela en donde me nuclearon.

18 segundos es menos de lo que me tomó decirle al oficial que estaba en la puerta que quería ejercer mi voto.

18 segundos es mucho considerando lo que tardé en explicarle al operario del sistema de búsqueda computarizada que yo ya sabía -porque me había buscado previamente en la página del CNE-, el número de mesa en donde me tocaba votar.

18 segundos más o menos me tomaría subir las escaleras hasta el primer piso y entrar al salón en donde voté.

18 segundos o 20 latidos emocionados me consumió el placer de cumplir con un gran compromiso.

18 segundos es aproximadamente el tiempo en que luego de entrar al consultorio, levanta la cabeza el médico que te atiende en el CDI, te mira a los ojos y con un cantadito muy particular te dice:
-“Buenas taldes, ¿En qué puedo sepbile caballero? cuando usted llega con su muchachito enfermo.

18 segundos o menos se demora su hijo en encender su Canaimita para comenzar a hacer la tarea que le mandó la maestra de la escuela bolivariana en dónde no le cobran por estudiar.

18 segundos es el tiempo que dura en la caja mientras le suman dos grandes pollos, un kilo de leche, dos de arroz y uno de azúcar en el MERCAL de la cuadra.

18 segundos, menos mucho menos, fue el tiempo que le llevó a Capriles llamarnos jalabolas a los trabajadores que votamos por la opción revolucionaria.

18 segundos o menos le toma meter la llave y abrir la puerta del que es su apartamento nuevo gracias a la política de construcción de viviendas con las que el gobierno asiste a los más necesitados de un hogar.

18 segundos demoró la sifrina que me vio llegar al centro de votación en trucar la sonrisa con la que me entregó un volante de “Hay un camino” y torcerme los ojos al observar que mi carro lleva pegada en el vidrio de atrás una calcomanía con el corazón de Chávez.

18 segundos, realmente mucho más, tendrán respetados lectores contando desde hoy día para meditar acerca de quién puede ser el más conveniente entre los candidatos a elegir para que funja como conductor de la nación por los próximos seis años.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Marcos Díaz, CORPOSALUD y el problema de la basura


La ciudad de Mérida es una pocilga. Su actual alcalde Léster Rodríguez, la ha convertido a ella y a sus alrededores -el municipio Libertador-, en un chiquero.

Históricamente, gracias a sus condiciones geográficas y climáticas, a la cordialidad y bonhomía de sus gentes, a la economía y calidad de sus servicios, a la frescura y variedad de sus productos, se convirtió este paraje andino en referencia para el turismo internacional y en la meca de los viajeros nacionales.

Sus floridos parques y cuidadas plazas se han vuelto cosas del pasado cubiertas hoy día por toneladas de basura. Sus calles resplandecientes son hoy sólo un lejano recuerdo que ni siquiera las torrenciales lluvias que caen frecuentemente sobre la ciudad pueden purificar. Montañas putrefactas de desperdicios compiten en cada esquina con las mismísimas cumbres de la serranía. Ratas y moscas proliferan por todas partes propagando con sus patas y hocicos plagas y enfermedades. Millares de gusanos se retuercen en los hilillos de líquido espeso y putrefacto que se destila de las pringosas bolsas negras que, inútilmente tratan de contener el producto de la desidia del burgomaestre que -en el colmo del caradurismo cuartorepúblicano- tiene aspiraciones de ser gobernador del estado auspiciado por su partido COPEI y apoyado por la MUD.

Hoy la capital emeritense luce roñosa. Paisanos y turistas sufren en sus narices la incapacidad del alcalde y por igual se apartan con las manos en el morro de los cerros de basura. Los transeúntes reconocen el riesgo de epidemia que late dentro de estas bolsas infectas. Todos, menos las autoridades sanitaras del estado Mérida reconocen el peligro. Todos en la ciudad menos los responsables de la salubridad se han pronunciado, cada uno a su manera. Las comunidades han cerrando las calles protestando pacíficamente y los más agresivos le han metido candela a las montañas de desperdicios. Columnas de humo maloliente ascienden enturbiando el cielo mientras los perros de la calle pululan esparciendo la inmundicia y las autoridades de CORPOSALUD se esconden en sus oficinas. El cóndor altivo que corona el blasón emeritense ha sido sustituido por cientos de zamuros que vuelan en circulo sobre la pestilente cuidad esperando que definitivamente fallezca.

Pareciera que las autoridades sanitarias no vivieran en Mérida.

Marcos Díaz, gobernador del estado Mérida por la gracia de Chávez -con un pasado copeyano difícil de olvidar aunque al parecer fácil de esconder-, se jacta de decir sin que le tiemble la voz y ante las cámaras de VTV que él es chavista, que después de Bolívar el hombre más grande que ha parido esta patria es el veguero de Sabaneta, pero hace todo lo posible porque el malestar de una sociedad tan conservadora como la merideña dirija sus odios hacia el Presidente.

El señor gobernador de Mérida sólo mira y espera. Mientras todos los otros mandatarios regionales que están con el proceso encabezan sus actos con propagandas en dónde anuncian su adhesión al Presidente, los afiches de la gobernación de Mérida sólo mencionan el nombre de Marcos Días. Mientras el resto de las entidades federales disfrutan de las Misiones, mercados, operativos y otros programas que sus gobernadores gestionan ante el gobierno nacional para beneficio de sus habitantes, sobre todo para el bienestar de las capas sociales más deprimidas, en el estado gobernado por Marcos Días estos son muy escasos o brillan por su ausencia.

Pudiera el gobernador del estado asumir la responsabilidad de salvar a la ciudad de Mérida de ahogarse en desperdicios y basura, pero al parecer un odio oculto hacia quien lo llevó al poder lo hace convertirse en un ser sin ojos, sin oídos ¡y sin nariz! ante este problema de orden sanitario, a pesar de que él es médico y que fue además -gracias a Chávez- director de CORPOSALUD. Se niega el gobernador a tomar parte en este problema y darle la solución que el señor alcalde -copeyano como el- no ha podido resolver.

Mientras los merideños se sumergen en basura el gobernador Marcos Días mueve una manga de coleo de un sitio a otro, la reinaugura y la muestra ufano como su gran obra de gobierno. ¿A cuántos merideños beneficia esa obra?. Mientras en la ciudad de Mérida no cabe un carro, un autobús más, el Trolebus -obra construida por este gobierno- a pesar de que tiene meses con otra etapa concluida no termina de hacer más largo su recorrido no se sabe esperando qué.  Mientras las carreteras del estado Mérida se llenen de huecos por falta de mantenimiento, de obstáculos debido a los desastres naturales y de policías apostados con la anuencia de las autoridades, el gobernador Marcos Díaz sin importarle las vidas de quienes transitan por esta entidad, invierte su tiempo en hacer un programa de radio “juvenil” zonzo, desabrido y vacío.

Razón tiene Chávez en no incluir a Mérida entre los destinos que visitará durante su gira de campaña electoral. El Presidente sabe que los ciudadanos de este estado, opositores o revolucionarios por igual, le reclamarán al venir que por su culpa, por su falta de tino al escoger, se han tenido que calar a un gobernador indolente durante todos estos años.