A propósito del Haizoo
El Haiku es una de las más importantes formas de expresión poética japonesa, consiste en la conformación de versos de 17 sílabas distribuidas en tres unidades métricas de 5, 7 y 5 sonidos silábicos, respectivamente. En su brevedad expresiva el haiku es enteramente imagen, es la palabra haciéndose forma, un núcleo mínimo de poesía que, desposeído de toda accidentalidad, de todo lo retórico, de toda circunstancia histórica, de toda verbosidad e incluso de todo sentimiento, nos permite aislar el alma de la poesía convirtiéndola en una realidad espiritual, es decir el haiku es, sensación al desnudo.
El antepasado más antiguo del haiku del cual se tienen noticias es un poema breve denominado Katauta, verso de entre 19 y 17 sílabas cuya pauta de 5,7,7 ó 5,7,5 sílabas prefiguró lo que sería el patrón del haiku. A aquel le siguió el Mondoo, poema resultante de la unión de dos katauta, en donde la primera estrofa configuraba una pregunta mientras que la segunda constituía la respuesta del precedente.
Para el siglo VIII DC., aparecen tres tipos de versos dotados todos ellos del ya determinado juego de sílabas, ellos eran el Chooka, el Sedooka y el Tanka. Este último se convirtió en la forma poética dominante en Japón, mientras las demás entraron en decadencia. Debido a la popularidad alcanzada por el tanka hoy también se le conoce como Waka, término que literalmente se traduce como canción japonesa.
Del tanka nació el Renga vocablo que significa canción encadenada y el espíritu festivo del pueblo japonés se apoderó de él. Los enlaces de las estrofas se realizaban entre el Hooku (verso de arriba, de 5, 7 y 5 sílabas) y Geku (verso de abajo, de sólo 7 y 7 sílabas). Es decir, el hooku es entonces el primer verso, el eslabón de arranque de una larga cadena de versos conocida por el nombre de Haikai no renga o simplemente Haikai.
Haikai significa humor y de estas largas cadenas de versos que tenían mucho de juegos de ingenio, escritos en un lenguaje directo, chispeante, desenfadado y muchas veces colocado al borde de la vulgaridad, generalmente sólo se podían rescatar los tres primeros versos, porque eran los más fáciles de recordar y en la mayoría de los casos, los mejor logrados en cuanto a calidad literaria. Yamasaki Sôkan (1465-1553) y Arakida Moritake (1473-1549) lo popularizaron dándole a su vez cierto grado de refinamiento. Pero fue Matsuo Bashô (1644-1694) quien logró imprimir la dignidad y la profundidad necesarias al hooku como para pensar en su independencia.
Gradualmente el hooku fue tomando un estilo y un carácter totalmente independientes y particulares. Debido en gran parte a los esfuerzos de Masaoka Shiki (1867-1902), esta independencia fue formalmente reconocida en la década de los 90 del siglo XIX con la creación e introducción del término haiku.
Surge entonces, el haiku como un nuevo tipo de verso que, aunque similar al hooku tradicional en sus medidas, es concebido, escrito, leído y entendido como un poema independiente, completo en sí mismo, y no como un elemento más de una larga sucesión de versos. La utilización indiscriminada de los términos hooku, haikai y haiku como si ellos fueran sinónimos por parte de traductores, estudiantes, lectores e incluso por los mismos poetas dedicados al género, ha hecho que surja un gran enredo que, esperamos con este brevísimo recuento contribuir a subsanar.
Es entonces que, gracias a Shiki, desde las postrimerías del siglo XIX, a la composición de 17 sílabas dividida en tres líneas de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente se le denomina haiku y de allí ha surgido toda una gama de tendencias y variantes que se apegan o se alejan de los cánones tradicionales.
Introducido en Europa en los albores del siglo XX por poetas franceses (Paúl Louis Conchoud), ingleses (B. H. Chamberlain) y españoles (Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Juan José Domenchina, etc.), llegó a América en las alforjas de los Modernistas (Rubén Darío, Amado Nervo, Leopoldo Lugones, etc.) y a Venezuela muy tempranamente de la mano de José Juan Tablada (1871-1945), quien siendo el segundo secretario del servicio diplomático mexicano, arribó a Caracas en 1916 integrándose de inmediato a las tertulias literarias que sostenían los miembros de la llamada Generación del 18, entre los que se contaban Fernando Paz Castillo y Enrique Planchart. En 1919, Tablada publicó entre nosotros su famoso poemario Un día (Caracas, Imprenta Bolívar). El haiku tuvo una entusiasta acogida entre los integrantes de la vanguardia ilustrada venezolana y así lo notamos presente en la obra de Fernando Paz Castillo, Ángel Miguel Quemeral, Luís Barrios Cruz, Héctor Cuenca y Gustavo Pereira (este último denominó a los suyos Somaris). Más adelante encontramos al haiku presente en la obra de Jean Aristeguieta, Víctor Manuel Crespo, Carlos y Oceanía Oráa, Wafi Salih, Vicente Di Marzo, Raíza Andrade y recientemente en los experimentos literarios que nos han dado a leer Valmore Gómez, Hermes Vargas, Don Rodrigo Andrade, Otoniel Contreras y la poetiza merideña Karelyn Buenaño.
En 1987 aparece como parte de la Colección Paisano, un opúsculo del poeta barinés Adelis León Guevara intitulado Zoonetos. En ese poemario coeditado por la Asociación de Profesores de la Universidad de Los Andes (APULA) en conjunto con la Facultad de Humanidades y Educación y el Instituto de Investigaciones Literarias “Gonzalo Picón Febres” y la propia Universidad de Los Andes, el poeta Adelis León Guevara le otorga la invención del término zooneto al crítico literario venezolano Alberto Rodríguez Carucci quien le sugirió que llamara de esa forma a dicho texto compuesto por 10 sonetos, en donde más que describir, ensalza desde nobles compañeros del hombre como el caballo y el perro hasta misteriosos e incomprendidos seres como la serpiente y la araña, enalteciendo a su paso al estigmatizado sapo y al vilipendiado cochino, hasta culminar ubicando en su lugar, junto a los otros integrantes del reino animal, al engreído ser humano.
Si bien es cierto que dentro de la genealogía del soneto encontramos como raíz primigenia al Estrambote siciliano que dio origen al soneto, que a su vez engendró en la prodigiosa imaginación de Adelis León Guevara a aquel, permítaseme acuñar el término Haizoo a quien su ancestro directo el haiku, legará su abolengo dándole raigambre al vocablo recién patentado.
Retomando la senda del vate de Ciudad de Nutrias (o de su amigo Alberto el crítico literario), estrenamos con este texto el historial de una palabra, de un concepto que, prolonga la evolución del haiku y que nos servirá para acariciar las imágenes de diversos animales que atravesaron, vivieron o que habitan en nuestras mentes.
Enjaulados en esta prisión de tres barrotes, dejamos entonces el bestiario siempre inconcluso que cobija “relatos, descripciones e imágenes de animales reales o fantásticos” confinados tras 17 sílabas, con la que los lectores -al franquear por estas páginas- tropezarán, identificarán y quizás mientras los sueñan liberarán por instantes de su solitario y aburrido cautiverio.
El Haiku es una de las más importantes formas de expresión poética japonesa, consiste en la conformación de versos de 17 sílabas distribuidas en tres unidades métricas de 5, 7 y 5 sonidos silábicos, respectivamente. En su brevedad expresiva el haiku es enteramente imagen, es la palabra haciéndose forma, un núcleo mínimo de poesía que, desposeído de toda accidentalidad, de todo lo retórico, de toda circunstancia histórica, de toda verbosidad e incluso de todo sentimiento, nos permite aislar el alma de la poesía convirtiéndola en una realidad espiritual, es decir el haiku es, sensación al desnudo.
El antepasado más antiguo del haiku del cual se tienen noticias es un poema breve denominado Katauta, verso de entre 19 y 17 sílabas cuya pauta de 5,7,7 ó 5,7,5 sílabas prefiguró lo que sería el patrón del haiku. A aquel le siguió el Mondoo, poema resultante de la unión de dos katauta, en donde la primera estrofa configuraba una pregunta mientras que la segunda constituía la respuesta del precedente.
Para el siglo VIII DC., aparecen tres tipos de versos dotados todos ellos del ya determinado juego de sílabas, ellos eran el Chooka, el Sedooka y el Tanka. Este último se convirtió en la forma poética dominante en Japón, mientras las demás entraron en decadencia. Debido a la popularidad alcanzada por el tanka hoy también se le conoce como Waka, término que literalmente se traduce como canción japonesa.
Del tanka nació el Renga vocablo que significa canción encadenada y el espíritu festivo del pueblo japonés se apoderó de él. Los enlaces de las estrofas se realizaban entre el Hooku (verso de arriba, de 5, 7 y 5 sílabas) y Geku (verso de abajo, de sólo 7 y 7 sílabas). Es decir, el hooku es entonces el primer verso, el eslabón de arranque de una larga cadena de versos conocida por el nombre de Haikai no renga o simplemente Haikai.
Haikai significa humor y de estas largas cadenas de versos que tenían mucho de juegos de ingenio, escritos en un lenguaje directo, chispeante, desenfadado y muchas veces colocado al borde de la vulgaridad, generalmente sólo se podían rescatar los tres primeros versos, porque eran los más fáciles de recordar y en la mayoría de los casos, los mejor logrados en cuanto a calidad literaria. Yamasaki Sôkan (1465-1553) y Arakida Moritake (1473-1549) lo popularizaron dándole a su vez cierto grado de refinamiento. Pero fue Matsuo Bashô (1644-1694) quien logró imprimir la dignidad y la profundidad necesarias al hooku como para pensar en su independencia.
Gradualmente el hooku fue tomando un estilo y un carácter totalmente independientes y particulares. Debido en gran parte a los esfuerzos de Masaoka Shiki (1867-1902), esta independencia fue formalmente reconocida en la década de los 90 del siglo XIX con la creación e introducción del término haiku.
Surge entonces, el haiku como un nuevo tipo de verso que, aunque similar al hooku tradicional en sus medidas, es concebido, escrito, leído y entendido como un poema independiente, completo en sí mismo, y no como un elemento más de una larga sucesión de versos. La utilización indiscriminada de los términos hooku, haikai y haiku como si ellos fueran sinónimos por parte de traductores, estudiantes, lectores e incluso por los mismos poetas dedicados al género, ha hecho que surja un gran enredo que, esperamos con este brevísimo recuento contribuir a subsanar.
Es entonces que, gracias a Shiki, desde las postrimerías del siglo XIX, a la composición de 17 sílabas dividida en tres líneas de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente se le denomina haiku y de allí ha surgido toda una gama de tendencias y variantes que se apegan o se alejan de los cánones tradicionales.
Introducido en Europa en los albores del siglo XX por poetas franceses (Paúl Louis Conchoud), ingleses (B. H. Chamberlain) y españoles (Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Juan José Domenchina, etc.), llegó a América en las alforjas de los Modernistas (Rubén Darío, Amado Nervo, Leopoldo Lugones, etc.) y a Venezuela muy tempranamente de la mano de José Juan Tablada (1871-1945), quien siendo el segundo secretario del servicio diplomático mexicano, arribó a Caracas en 1916 integrándose de inmediato a las tertulias literarias que sostenían los miembros de la llamada Generación del 18, entre los que se contaban Fernando Paz Castillo y Enrique Planchart. En 1919, Tablada publicó entre nosotros su famoso poemario Un día (Caracas, Imprenta Bolívar). El haiku tuvo una entusiasta acogida entre los integrantes de la vanguardia ilustrada venezolana y así lo notamos presente en la obra de Fernando Paz Castillo, Ángel Miguel Quemeral, Luís Barrios Cruz, Héctor Cuenca y Gustavo Pereira (este último denominó a los suyos Somaris). Más adelante encontramos al haiku presente en la obra de Jean Aristeguieta, Víctor Manuel Crespo, Carlos y Oceanía Oráa, Wafi Salih, Vicente Di Marzo, Raíza Andrade y recientemente en los experimentos literarios que nos han dado a leer Valmore Gómez, Hermes Vargas, Don Rodrigo Andrade, Otoniel Contreras y la poetiza merideña Karelyn Buenaño.
En 1987 aparece como parte de la Colección Paisano, un opúsculo del poeta barinés Adelis León Guevara intitulado Zoonetos. En ese poemario coeditado por la Asociación de Profesores de la Universidad de Los Andes (APULA) en conjunto con la Facultad de Humanidades y Educación y el Instituto de Investigaciones Literarias “Gonzalo Picón Febres” y la propia Universidad de Los Andes, el poeta Adelis León Guevara le otorga la invención del término zooneto al crítico literario venezolano Alberto Rodríguez Carucci quien le sugirió que llamara de esa forma a dicho texto compuesto por 10 sonetos, en donde más que describir, ensalza desde nobles compañeros del hombre como el caballo y el perro hasta misteriosos e incomprendidos seres como la serpiente y la araña, enalteciendo a su paso al estigmatizado sapo y al vilipendiado cochino, hasta culminar ubicando en su lugar, junto a los otros integrantes del reino animal, al engreído ser humano.
Si bien es cierto que dentro de la genealogía del soneto encontramos como raíz primigenia al Estrambote siciliano que dio origen al soneto, que a su vez engendró en la prodigiosa imaginación de Adelis León Guevara a aquel, permítaseme acuñar el término Haizoo a quien su ancestro directo el haiku, legará su abolengo dándole raigambre al vocablo recién patentado.
Retomando la senda del vate de Ciudad de Nutrias (o de su amigo Alberto el crítico literario), estrenamos con este texto el historial de una palabra, de un concepto que, prolonga la evolución del haiku y que nos servirá para acariciar las imágenes de diversos animales que atravesaron, vivieron o que habitan en nuestras mentes.
Enjaulados en esta prisión de tres barrotes, dejamos entonces el bestiario siempre inconcluso que cobija “relatos, descripciones e imágenes de animales reales o fantásticos” confinados tras 17 sílabas, con la que los lectores -al franquear por estas páginas- tropezarán, identificarán y quizás mientras los sueñan liberarán por instantes de su solitario y aburrido cautiverio.
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