lunes, 25 de octubre de 2010

Malas Compañias

“No quiero ver a ninguno de mis hijos con malas juntas”
Mi Mamá.


Desde mucho antes de que accediera por la vía democrática a su primer periodo de gobierno, el Presidente Chávez ha tomado una serie de riesgos y ha puesto en peligro su prestigio asociándose con una sarta de grupúsculos difíciles de definir y aceptando la cercanía de una retahíla de personeros de laboriosa categorización.

La imagen romántica que precedía a esos grupos “insurgentes”, el aura de heroicidad que acompañaba a aquellos “mártires”, fabricados ex profeso por los tormentos que les infligió la represión cuartarepublicana, “próceres” llevados de la mano por verdaderos esbirros entrenados en la Escuela de las Américas.

Torturas, extorsiones, ejecuciones sumarias de no tan lejana data, resonaban todavía entre las sienes de muchos de los seguidores de Chávez, esto surtió efecto de mea culpa y los colaboradores más cercanos al paisano de Sabaneta hicieron una especie de Lobby para presentar a aquellos camaradas con el recién estrenado presidente.

El tiempo que todo lo demuestra, el poder que todo lo pervierte y el dinero que todo lo corrompe se encargaron del resto. Ante la vista de la mazorca del ejecutivo desgranándose por el peso del ingreso petrolero, el cuervo de la ambición llevó a unos cuantos a picotear las cuentas a su cargo y rápidamente por prevaricadores perdieron el favor del presidente.

Otros se atragantaron con el poder y se creyeron Maquiavelo tropicalizado. No hubo sacramento que se respetara, no hubo juramento que valiera, no hubo amistad que se honrara, no hubo compromiso que se enalteciera.

Poco a poco el trapiche de la historia fue deshaciéndose del bagazo humano quedando sólo el guarapo con el que cuajar el papelón de este proceso. Pero ha costado esfuerzo, tiempo y dinero. Ha costado la desesperanza, la desconfianza del pueblo.

Pero aquellas malas compañías, atractivas por ser personas que se atrevieron a intentar lo prohibido en algún histórico momento, aquellas de imagen romántica que despertaban admiración, que provocaban emociones grandilocuentes, terminaron mal, muy mal, se empeñaron en caminar sobre la cuerda floja y se cayeron. Han finalizado sus carreras sirviendo de comparsa a sus torturadores, haciendo de chambelanes de quienes los desprecian.

Lo mismo que con las personas ocurrió con las agrupaciones políticas que se comprometieron con el presidente. Llámense PODEMOS, PPT, UPV, etc, al pretender hacerse del poder en su propio beneficio y no en aras de un proyecto -político, social y económico- que busca el beneficio del pueblo, murieron en el intento.

El comportamiento de estos ambiciosos operadores políticos ha hecho merma en la confianza del pueblo hacia el gobierno. Se sostiene el apoyo al presidente Chávez pero sucumbe la fe de la gente en su gobierno.

El movimiento local Tupamaro es el vivo ejemplo de ello. Este grupo entra en la categoría en donde se amalgaman el Ratoncito Pérez, el Ánima Sola, el Silbón o la Bola de fuego, todos hablan de ellos, la gente dice que existen pero nadie los ha visto.

Los integrantes de esta organización se han ido introduciendo en la burocracia del estado, reclutan gente necesitada de un carguito para poder vivir, los colocan de porteros, aseadores o en cualquier otro oficio menor y de esta manera se aseguran fidelidades y un crecimiento que, aunque sutil resulta inusitado. No se han arraigado ni en el 23 de Enero de sus raíces pero ahora tiene sucursales en todos los estados en donde la burocracia del Estado los amamante.

Sin embargo, como me lo recuerda mi madre esgrimiendo un refrán: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Estos grupos de desadaptados y anárquicos que ahora pululan en torno a la gestión de nuestro gobierno, más temprano que tarde terminan mordiendo la mano que los alimenta. Tratar de someterlos es como tener a un rottweiler amarrado con hilo pábilo.

Revolcándose en sus cenizas debe estar el alma de José Gabriel Condorcanqui Noguera alias Túpac Amaru II inspirador de los movimientos emancipadores indigenistas de toda la América, pero que ha servido también para que cuatro loquitos de carretera se crean los generadores de la Yihad Latinoamericana.

A simple vista parece una crueldad querer desembarazarse de estos camaradas tupamaros -que tal vez sólo desprenden en su accionar lo básico de su pensamiento-, pero si usted escucha noticias del estado Mérida se dará cuenta del por qué de lo que estamos sugiriendo.

Los compañeritos tupamaros por querer acceder a unos cargos de vigilantes mantienen en zozobra a toda la colectividad emeritense, atentan contra la integridad de las personas, destruyen los bienes de la institución que les educa y a la que quieren ingresar como empleados, violentan la propiedad de humildes trabajadores, delinquen abiertamente, principalmente afectando a los más débiles. Pretenden dominar a través del terror y no se dan cuenta del flaco favor que con su conducta le hacen al gobierno y al proceso revolucionario que este encarna.

Si fuesen adolescentes de carácter lábil, conflictuados y descontentos consigo mismos y con su entorno, les tendríamos condescendencia pero tomando en cuenta la edad que se desprende de las caras de quienes se dicen sus dirigentes, nos sentimos víctimas de unos audaces señores encaprichados.

Podríamos aventurar un diagnóstico para esa conducta antisocial pues esta es sin lugar a dudas, el resultado de individuos provenientes de hogares deshechos, con una falta absoluta de continencia familiar, producto de abandonos, de pérdidas tempranas, de historias de abusos y privaciones que agregan prontuario a sus antecedentes personales.

“El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va” decía Antoine de Saint-Exupéry, pero en este caso el mundo se aparta al ver aparecer a los compañeritos porque en definitiva ni ellos saben cómo van a responder ni para donde quieren ir.

Deshacerse de las malas juntas es de sabios.

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