La Catira Regional gobierna el estado Mérida.
No es que queramos apuntar que ella se vende más que su competidor gordo y peludo, no, sino que al igual que la rubia modelo imagen de la cerveza, el gobernador del estado Mérida resulta inalcanzable para todos nosotros los seres mundanos, habitantes de la cordillera.
Como la diva platinada, el gobernador del estado Mérida es asediado todos los días por un cortejo de adulantes, que obviamente viven de sus favores y lo mantienen alejado del entorno al que debe servir.
Al igual que la mujer del pelo amarillo y el rostro secreto, el gobernador del estado Mérida descubre su incognito sin querer por el séquito que lo acompaña al acudir a un restaurante o a cualquier lugar público que él desee visitar.
Como la catira, el gobernante merideño es una Leyenda... etéreo, sin cuerpo y sobre todo sin rostro -hasta ahora y con el pasar del tiempo-, nadie sabe a ciencia cierta quién es ese señor al que, gracias al empujón salvador que recibió de Chávez en la campaña electoral, es ahora -al menos nominalmente- quien manda en las estribaciones más empinadas del ande venezolano.
De la catira original van como dos o tres modelos que han hecho de su figura sin rostro la imagen de la conocida marca de cervezas. Realizan su trabajo impecablemente, incitan al consumo, logran vender el producto y desaparecen con sus reales bien merecidos y mejor ganados para perderse desconocidas hacia otras piezas publicitarias. Una chica de rostro ignoto que es reconocida envidiada o admirada por todas y todos.
Pero al contrario que con la chica de la bebida espumosa, aunque la identidad del gobernador del estado Mérida es pública, desde hace mucho tiempo nadie logra verlo en persona, nadie accede a conversar con él para plantearle algún problema, nadie ha podido estrechar su mano, en fin se le conoce sólo por las vallas publicitarias. Y aunque sólo ha sido uno, mucho dinero ha pasado por sus manos. Pareciera entonces que tal vez por motivos de seguridad, el gobernador ha decidido hacerse estrictamente reservado y abandona así el favor del pueblo. Seguramente pensando en la suerte corrida por la primera de las catiras regionales que fue asesinada... nuestro gobernador “chavista” se envuelve de un toque de misterio.
Él resulta ser un punto de inflexión en los anales de la publicidad política. Todos queremos saber quién es… no, perdón: todos queremos verle la cara… pero él permanece oculto, lejano.
No, no es un transform. Al igual que con la historia que contaban acerca de la catira, su ausencia se presta para el surgimiento de múltiples versiones. Todas ellas seguro son falacias… pero como rezaba una de los slogans que acompañan en los carteles a la chica cervecera, al gobernador del estado Mérida le calza la frase: “Tienes el mundo por delante ¿vas a arrugar?”
El que pudiera haber sido la Barbie de los gobernadores del Proceso, pues aunque militar asimilado, tenía más cara de prócer civil que de conmilitón, de compañero de cuartel beneficiado por los favores presidenciales, ha resultado ser un veleidoso Kent sin otra aspiración que el pasear su figura más cercana a la de Pedroso que a la de la misteriosa catira, acompañado hasta por la menos agraciada de las candidatas a reina de las ferias patronales del olvidado caserío El Chivo a la vera de la inclemente carretera Panamericana.
Pudo la catira haber sido considerada como pieza central de la publicidad sexista, pero en el caso de este hombretón corpulento no llegará a ser la imagen del sistema capitalista.
Recuerdo haber visto al comienzo de la campaña publicitaria de la cerveza maracucha, una inmensa valla asida al costado de uno de los edificios aledaños a Plaza Venezuela, mostraba un cuerpazo recostado a una lata pero no enseñaba el rostro. Al contrario que con aquél recuerdo, la cara de este individuo aparece sonriente cachetón y rubicundo multiplicado por miles a la vera del camino, en cualquier muro de la ciudad, colgando a media asta en cada poste de alumbrado público, como parte del mobiliario de cualquier oficina pública… en las franelas rojas que deambulan solitarias y tristes con la mano extendida por las frías calles merideñas. Reproducen un perfil que de otra manera permanecería en el olvido voluntario.
Nuestro impecable gobernador cumple una función ideológica dentro del sistema cultural patriarcal, el padre lejano que se sienta a la mesa y distribuye el alimento entre sus hijos que, entonces tienen la responsabilidad de idolatrarlo.
Con su comportamiento alejado del pueblo, este gobernador se dedica a desnaturalizar la imagen de la figura central del proceso revolucionario venezolano. Con cada una de sus inacciones desmitifica la idea, casi que fundacional que repite que “Con Chávez manda el Pueblo”. En el estado Mérida manda la oligarquía serrana.
Médico de profesión, antes de montarse en el autobús revolucionario era muy bueno en el arte de cargarles el bulto a los dirigentes universitarios del Copeyanato emeritense. Ahora que es gobernador, no se da por enterado de las carencias que padecen los hospitales y centros de salud de un estado que es referencia para la gente humilde que viene esperanzada a atender sus dolencias.
Si bien es cierto que los centros hospitalarios están mucho mejor dotados que en los tiempos de la cuarta república, no es menos cierto que el máximo centro asistencial de nuestro estado, el IAHULA carece de Resonancia Magnética desde hace tres años y de Tomografía desde hace casi uno completo. Que eventualmente no se cuenta ni siquiera con toallines para secarle la barriga a los pacientes que van a hacerse una ecografía. Que existen personas que permanecen más de nueve meses recluidos antes de ser operados.
Dirigidas al target popular, como los hechos lo han demostrado, la actividad política de este gobernante refleja los cambios en su condición que muchas veces asimilan algunos personeros para hacerlos vendibles a los ojos del presidente. En privado sólo se reúne con personas pudientes, en público, bueno ante las cámaras de un Aló Presidente declara: “¡Con Chávez todo… sin Chávez nada!”
Luego con su indolencia, banaliza el Proceso como una forma subterfugia de restarle poder a los hechos favorables al pueblo, haciéndolos precisamente cuestionables.
Mientras se producen inmensos cambios sociales motorizados por las personas afines al Proceso Revolucionario que les está dando autonomía y responsabilidades más allá del cargo público que pudieran ejercer, que les asegura un surtido alimenticio seguro, que les garantiza asistencia pública para ellos y sus niños, que ofrece educación para el que desee formarse, la actitud de este señor parece velar por la conservación de un status privilegiado para sus protectores, familiares y allegados.
Como sucedió con las feministas juzgadas en atención a sus atributos, este gobernador chica regional terminará sus días rechazado por unos por haber sido un “feo” chavista y por otros por sólo haber sido “una cara bonita” demostrado inconsecuencia con el Proceso de cambio.
Lo mismo que con la catira regional la fragmentación del individuo para mostrar sólo las partes más deseables como las nalgas o el busto, en detrimento de otras como el rostro o los pies se concreta en el cuerpo del gobernador del estado Mérida, reducido algunas veces al producto que se expresa en la invasión progresiva del espacio público por grandes vallas publicitarias con una cara sonriente de más de cinco metros de alto que no dice nada porque no tiene nada que mostrar.
Ahí radica la esclavitud cosmética que sostiene nuestro gobernador con los grupos de poder económico regional que lo apoyan y que son beneficiados con los jugosos contratos del estado.
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