I
De un tiempo para acá la palabreja se ha puesto de moda.
El acrónimo -que según la leyenda urbana significa Preso/Reincidente/Asesino/Natural (PRAN)-,
aparentemente proviene de las cárceles puertorriqueñas y llegó a nuestros penales
por los mismos caminos y con la misma rapidez que con la que entran drogas,
armas, explosivos y municiones.
Estos caballeros, sinónimos de depravación, violencia,
muerte, corrupción, extorsión, codicia y sobre todo de poder (los pranes quiero
decir, y supongo que también existirán damas con esta denominación), son los
responsables de mantener bajo el imperio del terror a todas las penitenciarías de
nuestra patria. La realidad dentro de los presidios de nuestro país estimula el
creciente poder que toman estos individuos.
II
Hasta ahora había sostenido que los tupamaros, eran una especie
de leyenda urbana, como el ratoncito Pérez o la Sayona, de ellos todos hablan,
le piden o le temen pero nadie los ha visto y por tanto nadie los pude
encontrar. Sin embargo ahora resulta que, los “tupas” deben ser aproximadamente
unos veinte millones de personas, pues no hay video en facebook, twitt, foto de
Instagram, noticia en las redes, etc. en donde no aparezcan algunos oposicionistas
culpando a estos compatriotas de estar cometiendo alguna perversidad. Claro, los
tupamaros son tan tontos que para que no los descubran y para que no los culpen
de esas fechorías se colocan invariablemente una franela roja que dice en el
pecho algo así como: “¡Que viva Chávez carajo!” o tal vez “¡Hasta la victoria siempre!”.
III
Desde el 12 de febrero de este año venimos sufriendo todos
los venezolanos sin excepción -seamos defensores de este proceso de cambios o
furibundos opositores-, los desmanes de algunos grupúsculos radicalizados que
pretenden salir del gobierno tomando el atajo de la desestabilización, esperanzados
en obtener finalmente un alzamiento militar o una intervención armada
proveniente del extranjero. Estos facinerosos no discriminan al realizar sus
ataques y agreden por igual a una ambulancia o a una cisterna de gasolina. Llámanse
estudiantes, miembros de la “sociedad civil”, unas buenas personas que no
soportan la marginalidad con que este gobierno pretende priorizar a quienes
deben ir dirigidas sus iniciativas. Reclaman los revoltosos por el
desabastecimiento pero con sus
barricadas impiden el paso de vehículos con suministros, gas, medicinas,
alimentos etc., protestan por la inseguridad pero mantienen ocupados a los
cuerpos de seguridad custodiándolos para evitar que sus pesadillas se hagan
realidad y un tropel de ciudadanos -bolivarianos o no- hastiados de esta
situación arremetan contra ellos hasta hacerlos recapacitar, critican la
impunidad pero se quejan amargamente y arrecian sus ataques si alguno de estos malhechores
es capturado en flagrancia mientras destruye propiedades ajenas o incendia los
bienes del estado, exigen libertad de expresión pero se abalanzan contra los
periodistas o reporteros gráficos que a su manera de ver tengan cara de
bolivarianos, reprochan la presencia de cubanos en nuestra patria mientras
imploran al cielo por una intervención norteamericana en los mismos términos en
los que se hizo la de Libia.
IV
Ahora los verdaderos ciudadanos de este país -la clase
media venezolana-, han adquirido la condición de “privados de libertad” eufemismo
con el que se nombran en tiempos de Revolución a los reclusos y se encuentran
confinados a sus urbanizaciones o conjuntos residenciales en manos de los
pranes que ellos mismo se inventaron. Los carceleros de estas personas los
extorsionan con el argumento de que van a llegar los tupamaros y les van a
invadir su “territorio liberado” y los mantienen cautivos de sus miedos, les
cobran peaje sutilmente pidiéndoles “una colaboración” para sostener las
barricadas, los agreden si reviran y ya verán, más adelante cuando se nieguen a
sus solicitudes (como quienes crían cuervos) estos malandrines les sacarán los
ojos.
V
El discurso de los que desde hace ya casi un mes vienen
ocupando parcialmente las calles de seis ciudades venezolanas, haciéndole la
vida imposible a la gran mayoría de sus ciudadanos, no soporta un análisis serio.
Las razones que esgrimen y que los mantienen cautivos de ellos mismos,
esposados por sus temores no aguantan un ejercicio de deconstrucción sin
apasionamientos. Si en 2002 con parte del ejercito de su lado, con los recursos
de PDVSA en sus manos, con los dirigentes opositores envalentonados, con
ingentes recursos llegándoles del norte a través de ONG’s mamparas y con una
masa significativa de personas activadas y en las calles, no pudieron concretar
la salida del gobierno gracias a un golpe de estado, en estos momentos en que
no cuentan con ninguna de esas circunstancias de su parte y se encuentran numéricamente
mermados, es imposible que sus acciones pasen de convertirse en una anécdota más
que contarle a nuestros nietos.
VI
Es verdad, la gente común y corriente no merece el perder
la mitad de su tiempo esperando en una cola para adquirir lo indispensable para
llevar los alimentos a su casa, pero tampoco debería ser víctima de las
tropelías de unos pocos antisociales que, sostenidos por la cobardía de los que
se escudan detrás de ellos para salir por las malas del gobierno sin arriesgar su
físico se sientan respaldados. Es cierto, nuestros jóvenes profesionales
deberían contar con más posibilidades para desarrollar una carrera en sus respectivos
campos. No es mentira, las personas deberían poder adquirir bienes que les permitan
mejorar su calidad de vida. En definitiva deberíamos los venezolanos gozar de salud,
tranquilidad y holgura económica, pero todas estas condiciones se consiguen
trabajando, empujando todos en una sola dirección para avanzar en la
construcción de un país equilibrado, igualitario, feliz y desarrollado.
Invariablemente debajo de las franelas de unos y otros de
los que se encuentran hoy separados por las barricadas, se halla un corazón que
late al ritmo de un canto que escuchamos desde que nacemos el “Gloria al Bravo Pueblo...”
y que nos indica cómo se deben hacer las
cosas: “…la ley respetando/ la virtud y honor”.
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