miércoles, 5 de marzo de 2014

La Multiplicación de los Pranes


I

De un tiempo para acá la palabreja se ha puesto de moda. El acrónimo -que según la leyenda urbana significa Preso/Reincidente/Asesino/Natural (PRAN)-, aparentemente proviene de las cárceles puertorriqueñas y llegó a nuestros penales por los mismos caminos y con la misma rapidez que con la que entran drogas, armas, explosivos y municiones.

Estos caballeros, sinónimos de depravación, violencia, muerte, corrupción, extorsión, codicia y sobre todo de poder (los pranes quiero decir, y supongo que también existirán damas con esta denominación), son los responsables de mantener bajo el imperio del terror a todas las penitenciarías de nuestra patria. La realidad dentro de los presidios de nuestro país estimula el creciente poder que toman estos individuos.

II

Hasta ahora había sostenido que los tupamaros, eran una especie de leyenda urbana, como el ratoncito Pérez o la Sayona, de ellos todos hablan, le piden o le temen pero nadie los ha visto y por tanto nadie los pude encontrar. Sin embargo ahora resulta que, los “tupas” deben ser aproximadamente unos veinte millones de personas, pues no hay video en facebook, twitt, foto de Instagram, noticia en las redes, etc. en donde no aparezcan algunos oposicionistas culpando a estos compatriotas de estar cometiendo alguna perversidad. Claro, los tupamaros son tan tontos que para que no los descubran y para que no los culpen de esas fechorías se colocan invariablemente una franela roja que dice en el pecho algo así como: “¡Que viva Chávez carajo!” o tal vez “¡Hasta la victoria siempre!”.

III

Desde el 12 de febrero de este año venimos sufriendo todos los venezolanos sin excepción -seamos defensores de este proceso de cambios o furibundos opositores-, los desmanes de algunos grupúsculos radicalizados que pretenden salir del gobierno tomando el atajo de la desestabilización, esperanzados en obtener finalmente un alzamiento militar o una intervención armada proveniente del extranjero. Estos facinerosos no discriminan al realizar sus ataques y agreden por igual a una ambulancia o a una cisterna de gasolina. Llámanse estudiantes, miembros de la “sociedad civil”, unas buenas personas que no soportan la marginalidad con que este gobierno pretende priorizar a quienes deben ir dirigidas sus iniciativas. Reclaman los revoltosos por el desabastecimiento pero  con sus barricadas impiden el paso de vehículos con suministros, gas, medicinas, alimentos etc., protestan por la inseguridad pero mantienen ocupados a los cuerpos de seguridad custodiándolos para evitar que sus pesadillas se hagan realidad y un tropel de ciudadanos -bolivarianos o no- hastiados de esta situación arremetan contra ellos hasta hacerlos recapacitar, critican la impunidad pero se quejan amargamente y arrecian sus ataques si alguno de estos malhechores es capturado en flagrancia mientras destruye propiedades ajenas o incendia los bienes del estado, exigen libertad de expresión pero se abalanzan contra los periodistas o reporteros gráficos que a su manera de ver tengan cara de bolivarianos, reprochan la presencia de cubanos en nuestra patria mientras imploran al cielo por una intervención norteamericana en los mismos términos en los que se hizo la de Libia.

IV

Ahora los verdaderos ciudadanos de este país -la clase media venezolana-, han adquirido la condición de “privados de libertad” eufemismo con el que se nombran en tiempos de Revolución a los reclusos y se encuentran confinados a sus urbanizaciones o conjuntos residenciales en manos de los pranes que ellos mismo se inventaron. Los carceleros de estas personas los extorsionan con el argumento de que van a llegar los tupamaros y les van a invadir su “territorio liberado” y los mantienen cautivos de sus miedos, les cobran peaje sutilmente pidiéndoles “una colaboración” para sostener las barricadas, los agreden si reviran y ya verán, más adelante cuando se nieguen a sus solicitudes (como quienes crían cuervos) estos malandrines les sacarán los ojos.

V

El discurso de los que desde hace ya casi un mes vienen ocupando parcialmente las calles de seis ciudades venezolanas, haciéndole la vida imposible a la gran mayoría de sus ciudadanos, no soporta un análisis serio. Las razones que esgrimen y que los mantienen cautivos de ellos mismos, esposados por sus temores no aguantan un ejercicio de deconstrucción sin apasionamientos. Si en 2002 con parte del ejercito de su lado, con los recursos de PDVSA en sus manos, con los dirigentes opositores envalentonados, con ingentes recursos llegándoles del norte a través de ONG’s mamparas y con una masa significativa de personas activadas y en las calles, no pudieron concretar la salida del gobierno gracias a un golpe de estado, en estos momentos en que no cuentan con ninguna de esas circunstancias de su parte y se encuentran numéricamente mermados, es imposible que sus acciones pasen de convertirse en una anécdota más que contarle a nuestros nietos.

VI

Es verdad, la gente común y corriente no merece el perder la mitad de su tiempo esperando en una cola para adquirir lo indispensable para llevar los alimentos a su casa, pero tampoco debería ser víctima de las tropelías de unos pocos antisociales que, sostenidos por la cobardía de los que se escudan detrás de ellos para salir por las malas del gobierno sin arriesgar su físico se sientan respaldados. Es cierto, nuestros jóvenes profesionales deberían contar con más posibilidades para desarrollar una carrera en sus respectivos campos. No es mentira, las personas deberían poder adquirir bienes que les permitan mejorar su calidad de vida. En definitiva deberíamos los venezolanos gozar de salud, tranquilidad y holgura económica, pero todas estas condiciones se consiguen trabajando, empujando todos en una sola dirección para avanzar en la construcción de un país equilibrado, igualitario, feliz y desarrollado.


Invariablemente debajo de las franelas de unos y otros de los que se encuentran hoy separados por las barricadas, se halla un corazón que late al ritmo de un canto que escuchamos desde que nacemos el “Gloria al Bravo Pueblo...” y que  nos indica cómo se deben hacer las cosas: “…la ley respetando/ la virtud y honor”.

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