Al parecer un gélido aire proveniente del norte calará profundamente en los
huesos de toda la humanidad. La Guerra Fría parece tocar nuevamente a las
puertas del mundo y esta vez con ciertas variaciones sobre un mismo tema.
La primera Guerra Fría fue un enfrentamiento entre los bloques catalogados
de manera simplista como “occidental-capitalista” uno y “oriental-comunista” el
otro, y aunque las razones de esta pugna fueran esencialmente ideológicas y
políticas, el abanico de la desavenencia incluía aspectos culturales,
filosóficos, sociales, militares informativos y hasta de supremacía deportiva.
Aunque estas diferencias de enfoque no llegaron a desencadenar una Guerra
Mundial, la gravedad del conflicto tuvo tantas significaciones económicas,
políticas e ideológicas que alteraron el curso de la historia durante gran
parte del siglo XX, marcando el surgimiento de las dos grandes superpotencias
hegemónicas alrededor de las que se aglutinaron de alguna manera y por diversas
motivaciones el resto de las naciones del orbe.
Ninguno de los dos grandes bloques conformados se atrevió a tomar acciones
directas contra el otro pero, emplearon el mapamundi como un gran tablero de
ajedrez colonizando naciones, invadiendo países, subyugando estados, extorsionando
gobernantes y comprando conciencias a sus anchas hasta sumar alianzas
estratégicas que les garantizaran recursos económicos, materias primas baratas
y mercados, grandes mercados en los cuales colocar sus manufacturas.
El choque ideológico -que se remonta al final de la Primera Guerra Mundial
y que aunque se pensó finalizado luego del derrumbe del muro de Berlín-
ocurrido en 1989, se ha prolongado soterradamente hasta nuestros días en que la
lucha por el control de los recursos energéticos pone de nuevo a temblar a
media humanidad acerca de las connotaciones de un nuevo enfrentamiento entre
los peso pesados del mundo.
Algunos eventos han desencadenado esta nueva resbalada térmica en las
relaciones de poder ruso-norteamericanas.
La reacción moscovita (si así puede llamársele en este nuevo y refrigerado
capítulo), ante el cerco que sobre su frontera a desatado el accionar
norteamericano, embochinchando a los países limítrofes de Rusia, ha sido lenta
pero finalmente y como era de esperarse contundente.
Ya no se enfrasca el gobierno exsoviético en una lucha retórica en las asambleas
de la ONU, el gobierno ruso ya no oculta sus antipatías hacia la intromisión norteamericana en sus antiguas
áreas de influencia -tanto por cercanía geográfica como por proximidad
ideológica-.
Las intensiones hostiles de los Estados Unidos han desatado respuestas
desfavorables al equilibrio global y a la paz del mundo. Ya no existe la
cortina de hierro es cierto, se encuentran muy lejos los tiempos de Stalin es
verdad, pero las apetencias de liderazgo de la sociedad y el gobierno de la
nación geográficamente más extensa del orbe persisten. Ya Molotov advertía en 1946
acerca de la intención norteamericana de desarrollar a través de su industria
bélica su supremacía mundial, llegando incluso a desatar una nueva
conflagración si eso fuere necesario para cristalizar sus intereses
monopólicos.
Nuevamente el gobierno de los Estados Unidos como en los tiempos de Harry
Truman esgrime la lucha entre los “países libres” y los “regímenes
totalitarios” como excusa para consolidar su poderío sobre naciones que le
garanticen poder sobre cuantiosos recursos naturales.
La situación en Ucrania en cuestión de horas ha evolucionado como era de
esperarse. El gobierno ruso encabezado por Vladimir Putin con el apoyo de la
Duma -el parlamento moscovita-, ha reaccionado ante la desestabilización
propiciada por los Estados Unidos en Ucrania desplegando sus tropas en la
estratégica península de Crimea, república por cierto autónoma de Ucrania. El
gobierno títere de Kiev en una bravata anuncia que no se dejará arrastrar por
las provocaciones de Moscú, pero el pueblo crimeo e incluso de algunos grupos
de ucranios, comienza a desplegar por sus calles una serie de manifestaciones
prorrusas, lo que habla muy mal de la legitimidad del gobierno interino que
asumió el poder tras el derrocamiento de Yanukóvich.
La Unión Europea y los Estados Unidos tienen muy pocas opciones y menos
argumentos para convencer al gobierno ruso de ceder en su intervención sobre la
vecina Ucrania vía Crimea. La destemplada advertencia lanzada por Barakc Obama
no detendrá a Vladimir Putin, quien tiene reciente el recuerdo de la
displicente actuación de norteamericana y de la misma Unión Europea ante los
sucesos de Georgia.
Esta aparentemente lejana situación trae nuevas consideraciones acerca del
desenlace del conflicto interno que auspiciado por los Estados Unidos padecemos
los venezolanos.
Washington tiene un serio dolor de cabeza en Ucrania y a pesar de la
importancia que pudiera suponer Venezuela como proveedor petrolero, no aparenta
ser rentable para los norteamericanos el seguir financiando el desarrollo de un
“golpe suave” en un país que le suministra sólo el 10% de sus necesidades de
hidrocarburos que es lo que representa la exportación petrolera venezolana hacia
ese imperio.
Hacer mella en una Venezuela vulnerable política y económicamente es en
esencia extremadamente sencillo, sólo basta con poner a funcionar una antigua
fórmula de patente norteamericana. Entre los ingredientes se destacan: A) El
tener a los medios de comunicación tanto criollos como internacionales
desvirtuando la verdad de lo que ocurra en la nación, magnificando las
escaramuzas opositoras, generando sensaciones de inseguridad,
desabastecimiento, desasosiego, etc. B) Contar con los servicios de una
dirigencia opositora sin escrúpulos, ambiciosa y servil. C) Poseer una clase
media acomplejada -con ínfulas racistas de superioridad-, que recuerde
intensamente su todavía fresco origen humilde y que abjure de él y que además crea
a pié juntillas que su país está al borde de la bancarrota. D) Encontrarse con
una clase política gubernamental holgazana, floja, acomodaticia, a la que le da
pereza el establecer contacto con el pueblo al que se debe y que vive de las
cuantiosas rentas políticas, económicas y sociales que les concedió en herencia
al fallecer el Comandante Chávez. E) Mal manejo de las variables económicas por
parte del Estado, lo que garantiza un desequilibrio peligroso en las finanzas
de la patria.
En un escenario tan volátil y emocionalmente cargado como el que vivimos en
Venezuela, cualquier loco puede desencadenar una situación que amargamente
termine fuera de control, pero la “gente pensante” parece no asimilarlo y
juegan a una guerra que se libra a las puertas de sus conjuntos residenciales.
Para el gobierno norteamericano persiste la importancia trascendental de
imponer en Venezuela a un régimen títere que le sirva como aliado
incondicional, como cabeza de playa sudamericana, aunque para eso ya tenga al colombiano.
Pero estratégicamente constituiría una mejor inversión apuntalar la sedición
ucraniana que le corta o al menos le dificulta la salida de los productos rusos
hacia Europa.
Los intentos de desestabilizar al gobierno de Nicolás Maduro no cesarán estamos
claros, pero en un panorama en el que hasta la misma paz de Europa está en
juego el gobierno gringo ya siente predilección por sus aliados desarrollados.
Las revueltas en Ucrania no han acabado, el retorno
del caos a la región es una señal ominosa del movimiento tectónico que ha
desatado esta sucesión violenta de marionetas pronorteamericanas. Veámonos en
ese espejo, que desde lejos nos muestra lo que para nosotros los venezolanos y
para el continente significaría el triunfo sobre la razón y la autodeterminación
de los pueblos de las apetencias norteamericanas.
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