sábado, 9 de marzo de 2013

Ten cuidado con lo que deseas…


I

“Ten cuidado con lo que deseas, pues se puede convertir en realidad" ¿Cuántas veces no hemos escuchado pronunciar en los más diversos contextos esta frase? Es una sentencia atribuida por mucha gente al aguzado ingenio de Oscar Wilde.

Sea quien fuere el creador de este refrán, el tiempo y las experiencias que con él trae aparejadas, se han encargado de convertir este proverbio en una máxima y aquí en nuestra convulsionada, adolorida y siempre esperanzada Venezuela se están dando los acontecimientos necesarios para nuevamente reforzarla.

II

Desde que ganó por primera vez unos comicios el 6 de diciembre de 1998 -con casi el 60% de los votos-, el recién electo Presidente Hugo Rafael Chávez Frías hizo a un lado a los operadores políticos tradicionales, se deshizo de compromisos y planteó con firmeza y por la calle del medio la refundación de la Patria. Propuso, impulsó y puso en práctica la conformación de una Asamblea Constituyente que nos proveyera de una nueva Carta Magna, y algunos -pobres ingenuos-, llegaron a pensar que era una nueva jodedera, que sólo era una echadera de vainas.

Un tipo de extracción humilde, un zambo pataenelsuelo, un militar más del montón, otro expediente anónimo entre la soldadesca formada bajo las premisas de la Escuela de las Américas, un individuo entrenado para servir de cancerbero de los intereses Norteamericanos en su patio trasero, de guardián de los capitales de la burguesía criolla, no podía jamás representar mayor peligro que el desembolso que hubiere de hacerse para comprar su conciencia.

¡Y todos, hasta ese momento, habían tenido su precio!
 Juan Vicente Gómez, Fulgencio Batista, “Tachito” Somoza, Marcos Pérez Jiménez, Manuel Antonio Noriega… ¿A cuántos más habría que nombrar para darse ánimos, para conservar la calma?

¡De militares nacionalistas estaba lleno el reino de los paraísos fiscales!

III

Las élites venezolanas pasaron sistemáticamente por alto ciertos “pequeños” detalles. Los militares venezolanos no provienen a una casta selecta y pudiente como en el resto de los países latinoamericanos, en todo caso no pertenecen (en su gran mayoría) a las clases altas. Desde los tiempos del Ejército Libertador nuestra milicia se nutre de pueblo, se alimenta de gentes que luchan por deshacer las injusticias que han padecido ellos mismos o han visto sufrir a sus hermanos. Nuestras Fuerzas Armadas provienen de hogares en donde al menos existió un tío revolucionario, un personaje clandestino del que todos hablaban en silencio, al que no veíamos ni los veinticuatros, a alguien por quien lloraba la abuela siempre por la misma fecha, sin saber que ese día particular era el de su cumpleaños. Los militares venezolanos crecieron teniendo como soundtrack las canciones de Silvio Rodríguez, de Mercedes Sosa, de Pablo Milanés, de Alí Primera, de Soledad ¡Ay la Soledad de aquella época!, Soledad Bravo. Sus ídolos militares siempre habían sido y serán Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, José Antonio Páez, Ezequiel Zamora, Pancho Villa, Emiliano Zapata, Fidel Castro, Augusto César Sandino, Ernesto “Che” Guevara. ¡Nada de Tío Sam, nada de John Rambo!

Se olvidaron de antecedentes perversos y de penosas circunstancias. Borraron de su memoria que el pueblo, el glorioso Bravo Pueblo ya estaba obstinado. Su amnesia selectiva les impidió recordar los sucesos del 27 y 28 de febrero de 1989. Ignoraron el hecho de que ese mismo Hugo Chávez a quien despreciaban, se había revelado el 4 de febrero de 1992 junto a un contingente de militares patriotas en contra de las recetas económicas fabricadas por el FMI  y de sus infaustos resultados.

IV

Curioso el contraste entre el ruido de la prensa y el rumor de la calle. Insultos en los diarios, odio en las redes sociales, blasfemias desprecio e impertinencias emitidas día tras día por la televisión venezolana, inquina hostilidad y ofensas difundidas por las grandes cadenas noticiosas internacionales desde la noche hasta la mañana, fue el escenario que debió soportar la mayoría del pueblo venezolano.

El Imperio y sus “backyardigangs” pedían a gritos el autobús del progreso, y éste les llegó con chofer incorporado.

Muy a despecho de estos cachorros imperiales, el sucesor de Hugo Rafael Chávez Frías en la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela no es uno de los “Chicago Boys”, no estudió en Harvard, Princeton o Stanford, es simplemente Nicolás Maduro Moros, conductor de Metrobus sindicalista de la Compañía Anónima Metro de Caracas. Nada del “savoir faire” de un Julio César Pineda o de un Milos Alcalay quienes, aún después de haber pasado años de abandonar el cargo siguen siendo “Embajadores” plenipotenciarios.

Este hombre, Nicolás Maduro, ungido por la sabiduría y la visión político-estratégica de Chávez ha demostrado con creses poseer habilidades para la política fina y para la diplomacia pero, no es de la categoría que esperaban los IESA Boys y sus secuaces. Por eso denigran de él, se burlan, lo agravian y lo difaman.

Pero, ya antes de que se hubiese puesto fecha definitiva a la próxima contienda electoral, Nicolás Maduro Moros muy a despecho de la oposición tenía para sí el 50% de los votos asegurados, 14 puntos por encima de Capriles Radonski según declaró Óscar Schemel vocero no chavista de la no chavista empresa consultora Hinterlaces.

V

Insistió mucho la dirigencia opositora en la existencia de un camino y estaban en lo cierto, el sendero de la felicidad para la patria, la ruta del bienestar común para el pueblo venezolano es sin duda alguna la del socialismo. El individualismo, el egoísmo y el consumismo que nos han inoculado el capital y el mercado son el próximo cáncer que tenemos que erradicar. Y vuelvo a citar  la chispeante inventiva Oscar Wilde: “Lo único que se necesita para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada”.

Por más que le aúllen los rabiosos canes del imperio a la luna, por más que hagan mofa del dolor de un pueblo que aguanta las inclemencias del tiempo formado en una larga fila para darle el último adiós a su líder, por más apoyo extranjero con que estos cuenten, estamos seguros de que ya no volverán.

El apoyo incesante, ensordecedor e incondicional de los oprimidos del mundo para con el Comandante Chávez hace que se le paren los pelos de punta, que le salten las lagrimas de los ojos hasta al más insensible de los hombres pero no ablanda el corazón de estas “buenas gentes” que siguen vertiendo su odio contra quien aún yaciendo inerme, como si del Cid Campeador se tratase, así esté muerto les sigue ganando la batalla.

“Cualquiera puede hacer historia, pero sólo un gran hombre puede escribirla” ¡Qué viva Chávez carajo!

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