jueves, 20 de febrero de 2014

De Camila Vallejo a Gaby Arellano


No es que el semblante vetusto y vociferante de una se encuentre plantado en las antípodas de la lozanía primaveral anidada en la faz de la otra, ni es que la voz de trueno con acento de 5-dihidrotestosterona de la nuestra antagonice con el cantadito campesino y atiplado de la Camila lejana.


No es que el hirsutismo rasurado de esta altere su fisonomía alejándola del bozo amelocotonado de aquella, no. Ni es que la postura belicosa y pendenciera de una disienta del porte aguerrido y batallador de la otra, que al final ambos procederes beligerantes les otorgan un aura bravía a ambas.

No es porque una resulte al parecer la más longeva de las dirigentes estudiantiles de las que se haya tenido noticia entre las mujeres matriculadas en nuestras universidades y la otra haya sido catalogada como la diputada más joven electa a sus veinticinco años como parlamentaria.

No es que nuestra alambicada señorita -hasta donde sabemos soltera y sin hijos-, haya malgastado su juventud estudiando una carrera de la que apenas lleva aprobada la mitad de las materias, mientras que la otra -casi una niña- se haya titulado en seis años a pesar de tener pareja, cargar un crio recién nacido, andar en campaña por un escaño y llevar las riendas de un movimiento estudiantil disciplinado.

No es porque una de ellas pertenezca a un obscuro movimiento estudiantil provinciano -sin ideología definida, que coquetea descaradamente con la derecha, de comportamiento fascistoide y que funciona más como una franquicia al servicio del mejor postor que como una agrupación universitaria- y la otra milite en la aquilatada Juventud Comunista de Chile.

No es que mientras una -con montones de basura ardiendo a sus espaldas y columnas humeantes elevándose por el aire, abstraída del hecho de que una porción de su país se encuentra asediada por grupúsculos de ultraderecha que indiscriminadamente atacan a los transeúntes de uno u otro bando- declarara: “… la calle es la manera pacífica que tenemos todos los venezolanos de demostrar nuestros sentimientos”(1), la otra alguna vez dijera: “Nosotros no queremos mejorar el sistema, el sistema hay que cambiarlo”(2).

No, no es nada de eso. Es por lo diametralmente opuestos de sus pensamientos, de sus motivaciones, de sus discursos y de sus acciones que estas dos damas se distancian. Ya señoras ambas una por razones de edad otra por sus responsabilidades, se alejan hasta representar la cara y el sello de una misma moneda.

Mientras una combate enconadamente contra un gobierno que le ha dado la oportunidad de estudiar gratuitamente a todo el que quiera realizar sus sueños universitarios, la otra ha atacado consecuentemente las injusticias que genera una educación excluyente y privatizada.

Una no dice nada ante la falsedad de las noticias distorsionadas que sobre su patria construyen las trasnacionales de la información acompañadas muchas de imágenes trucadas o extraídas de otras épocas, otros eventos u otras latitudes. La otra maneja la verdad y sostiene una posición nacionalista que anima la liberación de su tierra del vasallaje imperialista.

43.7% de los votantes de su circuito llevaron a una a ser su voz parlamentaria, la otra se autodenomina la expresión monocromática de sus compañeros estudiantes no sé cuánto representarán sus votos en un universo de dos y medio millones largos de estudiantes(3) que es la matrícula de los universitarios venezolanos.

Una de ellas declara: “El pueblo quiere ser protagonista de una nueva definición de lo que es la Constitución”(2), la otra proclama “… vamos a estar en la calle hasta que consigamos la justicia, la libertad y la paz, que se haga cumplir la constitución”(4) mientras con todas sus fuerzas combate esa Constitución que le ha otorgado mucho más poder al pueblo, cosa que les enerva y aumenta su desagrado.

En definitiva el camino es largo entre una y otra chica… descubra usted otras diferencias y entenderá por qué estos últimos días las calles de su urbanización, las avenidas por donde usted transita a diario para llegar a su trabajo, las plazas en las que antes usted plácidamente se sentaba lucen ahora como si estuviese en Bosnia, Siria, Libia, Egipto o en algún otro país de esos de primaveras coloridas.

Por cierto nuestra primavera sería de color naranja.

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