Definitivamente
Henrique Capriles Radonski nació para meter la pata. No ve una para embarrarla
y lo peor es que, para sus adentros, él se la está comiendo cada vez que habla.
En
sus declaraciones de ayer dejó esa circunstancia palmariamente demostrada.
Incuestionablemente
Henrique Capriles es como las medias, ¡Cuando abre la boca es para meter la
pata!. En una sola jornada declarativa puso en contra de sus aspiraciones
electorales a los altos mandos militares, a una gran porción de las Fuerzas
Armadas, a la mayoría del pueblo venezolano, chavista y no chavista, creyentes o
ateos, cristianos y paganos, tirios y troyanos.
Ofendió
con sus declaraciones a las viejitas que desde ya encienden velas a la memoria
del comandante, agravió a los estudiantes que consiguieron en las premisas de
la Revolución Bolivariana un torrente al cual sumar sus ímpetus juveniles, sus
anhelos de cambio. Insultó a las eternas amas de casa a quienes por fin alguien
les reconoció el importante trabajo que cumplen, el de sacar (muchas veces
solas) un hogar adelante. Lastimó a los trabajadores, humilló a los relegados
de la sociedad a quienes Chávez y su acción de gobierno jamás los vio con
desechables (término con que en países vecinos mencionan a los menos
favorecidos de la sociedad, las personas en situación de calle) y en la misma
jugada se echó encima a gran parte de sus conmilitones, a los opositores
conscientes y a los moderados que al
escucharlo expresaron “¡Qué pena con ese señor!”.
Henrique
Capriles viene llegando de Nueva York y su viaje en este momento de la historia
de Venezuela evidentemente no fue para comprar los estrenos navideños. Vuelve
Henriquito de solicitar instrucciones a sus managers. Regresó Henrique con iniciaciones
claras. El no creer que haya algo más allá de la muerte (física o política) le
hace cometer garrafales errores.
Ve
Henrique frustradas para siempre sus aspiraciones políticas, al menos las
presidenciales. Está parado de frente a una nueva derrota. Ve venirse sobre sí
desde lejos la avalancha, sabe que inexorablemente el gélido abrazo de la nieve
lo envolverá, lo sepultará pero ya no puede hacer nada.
Y por
más que el odio al progreso de los pobres a la redención de los humildes enceguezca
a los oposicionistas, tampoco van a ser tan dementes como para anotarse y
acompañar a un perdedor consuetudinario.
Al
menos 60% de nosotros los venezolanos, compatriotas revolucionarios, le estamos
agradecidos a Henrique Capriles por haberse desnudado ante las cámaras, por
mostrarse tal y como realmente es.
Un
regusto a patraña había quedado pegado en el paladar de los que tenemos inmensa
estima por el Presidente Chávez y por eso no nos tragamos las condolencias
fingidas que leyó ante las cámaras de televisión en días anteriores.
"Bush
no es tan estúpido como suena y bien sabe Dios que no puede ser tan estúpido
como parece" afirmaba en un artículo el profesor de Oxford Richard Dawkins.
Pero, aunque sus conciudadanos pensaban eso de George Walker Bush seguían apoyándolo
y votando por él. Ese hombre, capaz de expresar frases como estas: “Si no tenemos
éxito entonces corremos el riesgo de fracasar”, “La gran mayoría de nuestras
importaciones provienen de fuera del país”, “Es tiempo para que la raza humana
entre en el sistema solar”, “No es la contaminación la que amenaza al medio
ambiente, son las impurezas en el agua y en el aire”, es el modelo a seguir, el
faro que ilumina el entendimiento de Henrique Capriles Radonski.
Coeficiente
intelectual y Henrique Capriles Radonski son palabras que definitivamente no
pueden ir juntas en una frase.
Amigo
y compañero de intereses políticos de Manuel Rosales tiene la misma formación,
la misma escuela que este último personaje. El ex candidato presidencial
maracucho tiene la fama -bien ganada por cierto- de ser bruto hasta las
agallas. En el Top Ten de sus rebuznos se encuentran estas perlas y les
transcribo pocas pues para muestra bastan unos pocos botones: “Los colegios
están vueltos un desastre. Por ejemplo, en los salones de computación no hay
microscopios ni reactivos con que hacer experimentos”, “Los hospitales del
Zulia van a trabajar las veinticuatro horas del día… y en la noche también”,
“Vinieron ríos humanos de gente”, “A quien asa varios conejos a la vez, alguno
se le va vivo”, “En el país de los ciegos el muerto es ley”, “Cien mil barriles
diarios todos los días”, “Nosotros vamos a mejorar la inseguridad”, “Aquí en
Venezuela hay un déficit de pobreza”, “Hay que atender las enfermedades
infecciosas como la desnutrición”
Henrique
Capriles Radonski y Manuel Rosales evidentemente abrevan de la misma fuente… y:
“Quien anda con burros termina rebuznando”
Es de
entenderse entonces, el episodio de los europeos y su antipatía por los
desodorantes; lo de los cuatro millones de venezolanos que se acuestan sin
dormir, lo de Coquivacoa por Chivacoa y tantas otras preciosuras intelectuales
más.
Pero
el fondo Henrique Capriles no es tan borrico, su problema reside en que no
tiene nada que decir y por eso sólo logra balbucear incoherencias, es por esto
que si habla mucho rato comienza a contradecirse, a confesar sus miedos, a
decir mentiras trasparentes… a rebuznar.
Un Henrique
Capriles solitario, sin más apoyo que el de su terror a la derrota, asumió como
quien se bebe una cucharada de remedio maluco la responsabilidad de competir
contra el camarada Nicolás Maduro Moros en la próxima contienda electoral. Y el
pavor que infunde una catástrofe segura ha acelerado su destino inexorable… ¡El
fracaso!
Ya
no es a Hugo Chávez a quien tiene que vencer Henrique Capriles Radonski. En una
alquimia social digna de ser estudiada, el Pueblo así con mayúscula, se ha transmutado
en Chávez. Cada individuo de este bravo pueblo se ha convertido en una célula
más del corpus revolucionario. Ahora nosotros somos el cuerpo, Chávez es nuestra
alma.
Ahora
a quien debe derrotar Henrique Capriles Radonski es a todo un pueblo -a un
pueblo que él no conoce-, que ha decidido convertirse en Chávez.
Pobre
Henrique con cada palabra que dice, con cada frase que pronuncia se hunde más y
más en su propio excremento. ¡Púyalo Henrique que así como vas, vas del carajo!