miércoles, 8 de julio de 2009

Mirarse al Ombligo

“No es la primera vez que un Gobierno autoritario ignora la voluntad de los electores…”
“No es la primera vez que un Gobierno autoritario sale a reprimir a la oposición y la acusa de ser manipulada desde el extranjero.”
“No es la primera vez que un Gobierno autoritario ignora los cambios sociales que han ocurrido…”
“No es la primera vez que un Gobierno autoritario disfraza con la retórica de la unidad sus propias divisiones internas.”
Son trozos extraídos de un artículo de Carlos Fuentes titulado “Ayatolá, lindísimo Ayatolá”, aparecido hoy -08 de julio- en la versión digital del madrileño diario El País (
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Ayatola/lindisimo/ayatola/elpepuopi/20090708elpepiopi_4/Tes).
Este octogenario escritor de origen panameño pero de nacionalidad mexicana, otrora militante de las ideas de vanguardia, ahora, ablandado por los años, ha amoldado su conciencia al mullido estilo de vida de las personas que, han luchado toda la vida por permanecer muy cercanas al poder. Ahora, como un Pokemon, ha evolucionado trasmutándose en una especie de oráculo, defensor a ultranza del empresariado, de las andanzas del capital, de las tropelías el libre mercado.
Se faja Fuentes -percibo que precipitado-, a analizar las consecuencias desatadas por los eventos franceses de mayo del ’68. Para él, el mayo parisino puso al descubierto las apetencias de una clase media hasta ese momento sometida a férreas ataduras partidistas, y que ahora absuelta de la condena ideológica, dedica sus mejores esfuerzos al consumo desaforado y a dar rienda suelta al individualismo, la libertad, al nomedalaganismo y a la mezquindad pequeño-burguesa.
Apunta Fuentes las contradicciones entre la tradición autoritaria y el impulso democrático que se observan entre los vestigios de la ex Unión Soviética. Rememora los esfuerzos que realizó el rancio y autoritario PRI mexicano a través de casi toda la primera mitad del siglo pasado, por perpetuar su supremacía más allá de los tiempos. La ceguera del poder ante las transformaciones engendradas en su propio seno, desembocaron en la masacre de Tlatelolco en 1968, en donde la juventud fue inmolada por el propio absolutismo democrático.
Todo esto lo recuerda el mexicano para desembocar en una critica al gobierno iraní o mejor dicho, a la victoria alcanzada con el 63% de la votación a su favor por Mahmud Ahmadinejad.
Piensa en los eventos de protesta callejera iraní como la respuesta gubernamental “…contra una oposición surgida, al cabo, del propio poder...”.
“A primera vista, ésta sería una guerra de facciones internas al propio régimen, como sucedió, digamos, en México entre Carranza y Obregón o entre Obregón y De la Huerta, o en Argentina entre facciones peronistas”, continúa diciendo Fuentes para interrogarse luego candoroso: “¿Puede esta complejidad social y sus evidentes ambiciones, puede, sin más, un número tan abrumador de ciudadanos, ser manipulado desde el extranjero, por Gran Bretaña o por Estados Unidos?”; a esa ingenuidad casi infantil, contesta el mismo escritor con inocencia “… el movimiento de la sociedad iraní es tan vasto que no lo puede dirigir ninguna potencia exterior.”
Extraña muestra de puerilidad esa viniendo de un “intelectual” de la “estatura” de Fuentes, por demás siempre muy bien dateado. Para él la injerencia norteamericana no existe, el coloniaje de las superpotencias no es -aún en este naciente siglo- una realidad.
Lo que persigue el gobierno iraní cuando trata de reestablecer el orden desestabilizado por grupos insurgentes de esa clase media que desestima la condición de seres humanos que tienen todos los demás, es el sometimiento: “La fuerza pública, los grupos represivos del régimen, el gas, las bazukas, los jóvenes muertos, han disipado el movimiento.”
“No es la primera vez…” es verdad, que el casi 70% de la población de una nación se pronuncia a favor de un candidato y luego su voluntad quiere ser torcida por minúsculos grupos de radicales disociados que pretenden adulterar la realidad colocándola de su lado. Es una receta calcada y aplicada en muchos puntos del orbe en donde las personas pretenden darse gobiernos progresistas, preocupados por el bienestar de sus conciudadanos y no por perpetuar la hegemonía extranjera dentro de su suelo y estos sueños son dinamitados.
Pero el reputado Carlos Fuentes no mira para los lados. No observa ni toma en cuenta los eventos que ocurren en su vecindario. La intervención descarada de los servicios de inteligencia del gobierno norteamericano, pasan desapercibidos a su inquisitiva mirada de águila imperial. Su vuelo deja fuera del alcance de sus desvelos los casos, como el de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba o Nicaragua que, aportan datos interesantes.
Para Fuentes, lo que ocurre en Honduras es tan sólo un holograma.
Indignos de que gaste preciosos minutos de su tiempo y, aunque en ellos se observe la mano peluda del Imperio, Fuentes desestima estos sucesos en donde “La fuerza pública, los grupos represivos del régimen, el gas, las bazukas, los jóvenes muertos…” han querido disipar cualquier movimiento que se pronuncie a favor de restituir el orden constitucional de la nación centroamericana.
Al igual que en Irán en donde los hechos apuntan al temor de los Estados Unidos por el desarrollo de una tecnología islámica de avanzada, los sucesos de Bolivia, Ecuador, Venezuela y ahora de Honduras, muestran el desempeño tramposo de una superpotencia que se ve a sí misma como el Gendarme Universal.
Sus intereses, los norteamericanos “of course”, son la prioridad por delante de vocablos tantas veces pronunciados como: Libertad y Democracia.
Aunque Barack Obama haya condenado la represión iraní y con respecto a los acontecimientos de Honduras haya dicho categóricamente "Sólo hay un presidente de EE UU y soy yo", el verdadero Poder, el de los grandes Holdings Económicos, consorcios que mueven los tentáculos de los aparatos de Inteligencia para proyectar su influencia sobre los países subdesarrollados, son los que apuntalan o destruyen el andamio institucional que sostiene a un Estado.
Jugando así y con defensores de peso como Carlos Fuentes las Colonias seguirán debiéndole su existencia “Democrática” al Imperio Mesmo!
Si el presidente de Irán fuese incondicional del gobierno norteamericano no importaría la lapidación de las mujeres que todavía ocurre en los países islámicos. Si el presidente Venezolano fuese complaciente con la Oligarquía y con el Imperialismo Yankee, no importarían tanto su verruga, el color de su piel o su bemba colorá. Si Evo no se opusiera a la intromisión armada de los gringos en territorio Boliviano, se verían menos aborígenes su nariz y su cabello. En fin si Selaya dejara de ser suspicaz y de andar metiendo sus narices en los asuntos Estadounidenses en suelo Hondureño, se vería menos charro, no importarían para nada su bigote, su sombrero ni su hablar campechano.
De la noche a la mañana trasmutarían cada uno de ellos de execrables sapos, gorilas, micos latinoamericanos a esplendidos candidatos a ser el novio de la Barbie, sin que para nadie más resultaran incomodas o enojosas sus políticas de bienestar social ni sus posturas de corte revolucionario. Punto final.

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