lunes, 15 de junio de 2009

Zero

Realmente no soy muy proclive que digamos a creer en cierto tipo de mensajes que -en la mayoría de los casos-, de muy buena fe ponen a circular determinadas personas vía correo electrónico, logrando atapuzar las bandejas de unos cuantos servidores con los denominados correos basura y que, en muchas oportunidades, nadie se molesta tan siquiera en abrir, mucho menos en leer.

Advertencias acerca del último virus que circula por la web, alertas sobre el más malvado de los hackers que habita sobre la faz de la tierra y que, en su afán por arruinar el orden electrónico mundial, encripta programas autodestructores de software que descocan las computadoras de todo aquel que ose pararle bolas; informaciones alarmistas sobre la más novedosa estrategia hamponil para bajarnos del carro y de la mula en medio del tráfico o acerca de la nueva técnica empleada por los antisociales para tomarnos desprevenidos dentro de nuestros domicilios y secuestrarnos, duermen el sueño de los justos en quien sabe que botadero de basura del ciberespacio, pues si a ver vamos nadie, así los lea termina por pararle pelotas.

Sin embargo por decencia -y por condescendencia-, los leo así sea muy superficialmente pues, si una persona a quien estimo se toma la molestia de enviármelo, es lo más respetuoso que puedo hacer antes de apretar “Delete”.

Es así, cómo hace meses me enteré del lanzamiento de una nueva versión de cola negra dietética y de la alharaca que se había formado en los Estados Unidos, por qué grupos de consumidores habían protestado la inclusión dentro de la fórmula del refresco, de un ingrediente con probable potencial cancerígeno dentro de su composición (1).

Luego, específicamente el 10 de abril de este año el camarada Raúl Bracho -persona a quién no conozco personalmente pero que, me parece muy preocupado, organizado y sincero-, produjo un texto en dónde a su manera, exploraba diversas aristas de esa misma información (2). Leí, ahora sí, con mucho interés las apreciaciones de Raúl y me comprometí en ahondar acerca del tema.

No es la primera vez que la Empresa Farmacéutica le echa una vaina a toda la humanidad en su afán por recuperar la inversión que ellos realizaran para desarrollar alguna de las sustancias que pretenden emplear como medicamentos. Fue así como a mediados de la década del 50 y a principios de los 60’s, se desarrolló, una droga denominada Talidomida; la misma fue comercializada como sedante y como calmante de la hiperemésis gravídica, en cristiano: se empleaba en las mujeres embarazadas durante el primer trimestre de embarazo -o sea, cuando el embrión estaba formando todos sus órganos-, para contrarrestar las nauseas, la ansiedad, el insomnio y los vómitos producidos por su condición de preñez.

Este medicamento, adelantado por Ciba (Suiza) y producido finalmente por Chemie Grünenthal (Alemania), provocó miles de nacimientos de bebés con focomelia, una rarísima anomalía congénita caracterizada por la carencia parcial o total de las extremidades. Los bebés que lograban nacer debido al carácter teratogénico de la sustancia, nacían sin brazos ni piernas.

No fue sino hasta casi cinco años despúes del inicio de sus ventas, cuando un obstetra australiano llamado William Mc Bride, se percató de que algo andaba mal. Malformaciones poco visibles en décadas completas, comenzaban a aparecer con mucha regularidad. La frecuencia se salía de lo normal, y siempre la aparición de estas alteraciones estaba asociada al consumo de Talidomida.

Cuando la relación se hizo evidente y ya más de 15.000 niños habían nacido con malformaciones congénitas, los científicos se encararon a la Transnacional Farmacéutica, ¿Y qué hizo la Compañía?: ¡Tratar de desacreditar a los que advertían acerca del peligro real de usar la Talidomida y proceder a desprestigiar o a minimizar los argumentos esgrimidos por estos hombres de ciencia!. No les importó para nada el daño ocasionado por su medicamento.

Desde que se inició el frívolo y hedonista culto al cuerpo que caracteriza la postmodernidad, la disminución en el consumo de calorías sin privarse de los dulces, abrió un nuevo filón para la Industria Farmacéutica, y llevó al desarrollo de los famosos edulcorantes, compuestos químicos que prometen endulzar sin engordar. Palabras tales como Sacarina, Aspárteme, Acesulfame, Sucralosa y Ciclamato, se incorporaron a nuestro vocabulario y a nuestra dieta.

Del Aspárteme se ha advertido desde hace tiempo de su papel en la aparición temprana de Alzheimer, Enfermedad de Graves, Lupus Eritematoso, Esclerosis Múltiple, Infartos, Cáncer de páncreas, mama y cuello uterino, Tumores cerebrales, además de Fatiga Crónica y Desordenes Mentales, pero nadie le ha parado. El poder del dinero y la debilidad de conciencia de los gobiernos se han combinado hasta ahora gracias a la amalgama del dinero, para atentar contra la salud de nuestros pueblos; y en este punto todo se reduce como apunta Raúl Bracho a un asunto de dinero. Si bien con el Aspárteme ya estaba en peligro la salud de los consumidores, para abaratar los costos de producción, se incorpora el Ciclamato de potasio, edulcorante más económico y más potente que, estará prohibido en los Estados Unidos, Canadá y Europa, pero que queda con las puertas abiertas en el resto de la bolita del mundo para que sin contemplaciones ni frenos morales, sea probado en el resto de los mortales “Subdesarrollados”, quienes por ignorancia, por terquedad o por negligencia, consumen esas porquerías que los Vecinos del Norte vierten hacia su “patio trasero”.

Tomo una frase de Alberto Müler Rojas, “el complejo médico-industrial de la salud” (3) cierra posiciones con los productores de venenos que afectan la salud de los consumidores a escala planetaria y pese a que el río suena, buena parte de la información que se produce en torno a estos temas, que son de verdad de vital importancia, es silenciado. Por eso me causó la más grata sorpresa el que el propio Ministro del ramo de la Salud se ocupara ¡Al fin!, de ponerle la cascabel al gato (4)(5).
Luego cuando YVKE Mundial, rebota una información aparecida en el Diario El Universal de México el 10 de junio (6) en donde comunica la presencia de ciclamato de sodio en la Coca-Cola Zero y da cuenta también de la prohibición que impuso la FDA para “la utilización de la referida sustancia en alimentos, bebidas y suplementos alimenticios” de consumo humano, refieren allí también que, en un escrito fechado el 27 de agosto de 2007, Héctor Molina -me imagino que uno de los periodistas de ese tabloide-, advertía ya para esa fecha sobre esa situación peligrosa e irregular.

Afortunadamente, para quienes quieran reconocerlo y para quienes no, existe en Venezuela un Gobierno preocupado por la defensa de la salud del pueblo y por el incremento del bienestar social de sus conciudadanos, y si bien es cierto que todavía subsisten muchas fallas, sin duda alguna el esfuerzo que se viene realizando se ve cristalizado en resultados tan halagüeños como el que hasta ahora se ha obtenido -para despecho de algunos kamikazes- en el control interno de la propagación de la pandemia producida por el virus AH1N1, o como en este caso, frenando la utilización de sustancias con las cuales no están claras todavía las consecuencias futuras de su uso.

Mientras tanto desde la oposición se sigue escuchando un grito profundo que parece venir también de los años 60’s cuando se entretenían las tardes infantiles con los capítulos de un dibujo animado japonés llamado Fantasmagórico en donde su némesis le gritaba desafiante, como cualquier líder opositor enfurecido, al héroe que los tiene locos: ¡ZEEEEEROOOOO!


(1): http://www.aspartamesafety.com/Espanol.htm
(2):(http://www.radiomundial.com.ve/yvke/noticia.php?t=22670&postdays=0&postorder=desc&start=30).
(3):
http://www.aporrea.org/tiburon/a79910.html
(4):http://elobservador.rctv.net/Noticias/VerNoticia.aspx?NoticiaId=261659&Tipo=32
(5):http://www.rnv.gov.ve/noticias/?act=ST&f=&t=99958

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