I
Tal
vez el título no signifique absolutamente nada para los lectores con menos de
treinta años, pero de seguro despertará reminiscencias en todos aquellos
cercanos a la cincuentena o que pasaron por allí hace rato, pero que como en mi
caso y en mi casa, compartíamos el único televisor destinado al uso y disfrute familiar
con una catajarria de primos -mayores y menores separados por una corta
diferencia etaria- mientras esperábamos en casa de la abuela la llegada del
trabajo de cada uno de nuestros respectivos padres.
¡Increíble!
¿No? ¡El televisor presidia la sala, un solo aparato para toda una casa de
progenie numerosa!… y también para algunos de los vecinos, que se dejaban caer
en la nochecita prolongando la visita hasta después de finalizada la novela.
Los
más chicos esperábamos cada tarde después de la tarea, la programación infantil
que para aquella época todavía no había demostrado su utilidad para ocultar golpes
de estado. Tom y Jerry solo eran personajes de dibujos animados, no aspiraban a
ser personeros del ámbito político. Las comiquitas se las dejaban a otros.
II
Para
el segundo lustro de la década de los 60’s, apareció en nuestros televisores
una nueva fuente de sueños y aventuras: una familia completa era enviada al
espacio a bordo de una nave que despegaría de La Tierra un día lejano, el 16 octubre de 1997, rumbo a Alfa Centauri, convirtiendo
a estos terrícolas criogenizados en los nuevos colonos de finales del siglo XX,
embarcados en su magnífica nave de titanio, el Júpiter 2.
La
familia Robinson se convirtió en un ícono para los párvulos nacidos en plena
Guerra Fría y el sueño infantil de alcanzar otras orillas ahora intergalácticas
se hizo aspiración de unos cuantos que se debatían entre dedicar su vida a la
exploración de las profundidades marinas de la mano de Jacques Costeau o de
lanzarse a la conquista del espacio sideral emulando a Yuri Gagarin o a Niel
Armstrong.
III
En
algún momento de su carrera El Zorro -Guy Williams- mandó bien largó al carajo a
su caballo Trueno, colgó su espada, se quitó el bigote (tal vez
premonitoriamente para no parecerse a Maduro), la capa y el antifaz y se
convirtió en el profesor John Robinson comandante de una misión espacial.
La
serie Perdidos en el Espacio (“Lost in Space” o simplemente LIS por sus siglas
en inglés) nos ilustra, como si su creador, el productor Irwin Allen, hubiese
contado con una bola de cristal sintonizada en la Venezuela de las dos primeras
década del siglo XXI, acerca de la composición nuestra sociedad y el comportamiento
de nuestros compatriotas contemporáneos.
La
familia Robinson al igual que el colectivo nacional venezolano, se embarcan en
una aventura para lograr una mejor vida escapando de un planeta devastado por
un sistema consumista, superpoblado y con escasez de recursos naturales, debido
al comportamiento depredador de la sociedad capitalista de los años sesenta,
pero… ¡oh sorpresa! Un espía al servicio del Imperio -en este caso el soviético,
puesto que la serie era americana-, el Dr. Zachary Smith, se cuela dentro de la
nave espacial con la finalidad de sabotear la expedición cósmica y logra desde
los primeros capítulos torcer el rumbo de la trama convirtiendo en errancia lo
que parecía un viaje programado, apacible y sosegado.
IV
Una
de las series más significativas de la década del sesenta y la favorita de
muchos de los sobrevivientes de esos años, Perdidos en el Espacio nos cuenta
entonces la división dentro de la nave entre la mayoría que quiere alcanzar ese
planeta utópico que gira alrededor de una estrella binaria situada exactamente
a 4.37 billones de kilómetros de distancia de nosotros, la mítica Alfa Centauri
y una minoría inconforme que obedece los caprichos de un solo hombre.
John
Robinson, comandante electo en la tierra para dirigir la misión y el resto de
los tripulantes de la nave confiados en que se respetará la decisión tomada,
entran en animación suspendida y pretenden continuar como pop cicles humanos
hasta llegar a su destino pero, el inconforme infiltrado, el Dr. Smith como si
se tratara de un Henrique Capriles cualquiera arma un zafarrancho, desconoce el
mando, y pretende que el Robot de a
bordo lo secunde en sus planes de adueñarse del control de la nave
intergaláctica.
Resultado
de la rabieta de Capriles, digo del Dr. Zachary Smith, la nave sufre los
embates de una lluvia de meteoritos en el mismísimo primer capítulo, que los
aleja de su itinerario.
El
Robot como si fuera una Tibisay Lucena transistorizada advierte a gritos:
“¡Peligro!, ¡Peligro!, ¡Peligro!”, pero nadie le para bolas.
Al
contrario, el Dr. Zachary Capriles Smith trata de sacarle al Robot una especie
de cartucho que tenía en la espalda con toda la data para inutilizarlo y volver
al recuento manual, perdón a operar manualmente la aeronave, un exuberante
platillo volador metalizado que emitía un zumbido muy original.
A
todas estas la tripulación sale de su estado letárgico inducido criogénicamente
y los niños de a bordo como si de manitas blancas se tratara se dejan manipular
por el Dr. Smith Capriles y lo ayudan a poner ¡cada torta!, lo que los lleva a
pasar más trabajo que el abdomineiser que usa el del muñeco de la propaganda de
Michelin.
V
El
Dr. Smith está loco, el mismo sabe que no posee ni los conocimientos ni las
habilidades para conducir una nave espacial pero intoxicado de poder se empeña
en ser nombrado comandante, es más pide que lo traten de Lord Zachary Smith
Capriles Radonski Emperador de la Galaxia.
A
pesar de las advertencias del Robot CNE2013 Lucena, y de la desconfianza del
piloto, Mayor Don West -especie de Diosdado Cabello galáctico que desconfía
siempre de las intenciones y de los planes del Dr. Smith-, el Comandante
Maduro… es decir John Robinson, se deja robar la iniciativa en múltiples
ocasiones por el impertinente Dr. Zachary Smith Capriles y a pesar de que este
último es el villano de la serie, termina por tener el apoyo de una parte
importante de la teleaudiencia.
Conocedor
de ese efecto sobre los televidente y siguiendo las instrucciones que le dictan
los guionistas del Imperio el Dr. Zachary Smith Capriles pone en peligro
constante la estabilidad de la nave y las vidas de los Robinson, especialmente las
de Judy, Will y Penny, los más jóvenes y manipulables de la tropa sideral a
quienes envía como carne de cañón a enfrentarse a toda una serie de adversidades,
desde cocerse la boca pasando por quemar palmeras y sufrir una dieta
sólocachitos, hasta enfrentar a los cíclopes.
Los
críticos se quejaron en innumerables ocasiones acerca del argumento y el
desempeño de Perdidos en el Espacio, alegaban que esta era el equivalente
televisivo de mostrar espejitos para distraer la atención de una teleaudiencia
poco exigente, a lo que el productor Irwin Allen respondía: “Don’t get logical
with me!” equivalente anglosajón al castizo “¡No se pongan lógicos conmigo!”
Henrique
Capriles al igual que el Dr. Smith de la serie y los productores de el
espectáculo político-electoral actual como si se trataran de Irwin Allen
desconocen la realidad de un pueblo que ha comenzado a notar las diferencias
entre temas de pacotilla como el de Perdidos en el Espacio falto de apego
científico y la realidad que a veces por dura nos enseña a los trancazos a
quitarnos de encima los argumentos banales.
Escuchemos
por una vez aunque sea los consejos del Robot CNE2013 Lucena cuando agitando desesperado
sus extensibles brazos y gritando con su voz metálica nos advierte: “¡Peligro!,
¡Peligro!, ¡Peligro!”